El rodillo culé deja al Levante Femenino sin milagro (7-0)

El conjunto de Sánchez Vera, cuyo orgullo se mantuvo firme sobre el verde pese al asedio, cayó en la final de la Supercopa de España contra un Barça que dejó sin título a un proyecto tan ganador como ilusionante

Imagen de la final de la Supercopa femenina

Imagen de la final de la Supercopa femenina / RFEF

Rafa Esteve

Rafa Esteve

El éxito, a veces, no reside en el equipo campeón. Tampoco en el más fuerte, por muy difícil que sea de entender. De hecho, la esencia del deporte, por mucho que siempre deba tener un ganador, se basa en dar la cara, en competir y, sobre todo, si se cae, en hacerlo con la cabeza alta. Sintiendo orgullo del camino, de las formas y de, a pesar del marcador, no haber perdido la identidad. El Levante Femenino, que tantas veces soñó con romper los esquemas del panorama futbolístico nacional arrebatándole un título al mejor equipo del mundo, cayó en la final de la Supercopa de España ante el Barça con una derrota abultada y dolorosa. Siendo víctima del rodillo al que ya acostumbran las de Jonatan Giráldez y en un partido donde las de Sánchez Vera, después de quedarse muy cerca de sorprender en los primeros compases, sintieron impotencia al ver que ni sus virtudes ni su personalidad tuvieron efecto.

La pena, no obstante, no se encuentra solo en el marcador, sino en la sensación de que, quizás, sea una oportunidad desaprovechada. Pocas veces, en los tiempos modernos del Femenino del Levante, un equipo mereció tanto coronar su trayectoria, y su proceso, con un título. Sobre todo, por ser un grupo de futbolistas que desprenden entusiasmo. Con las que el aficionado de a pie se siente identificado. Quién sabe si, a vísperas de un verano de pura incertidumbre en Orriols, será la última vez que esta plantilla vuelve a mirar de frente a la posibilidad de tocar metal ya que su rendimiento, desde el entrenador hasta la última jugadora en llegar a su disciplina, despierta interés entre los grandes clubes de Europa. Una situación más que evidente. Por ello, y después de bajar de las nubes en las que el levantinismo se instaló de cara a la final, es momento de saborear cada instante de este Femenino. De valorar su empeño. Su esencia. Porque, por mucho que, incuestionablemente, escueza la herida de la final, el Levante Femenino volverá a producir alegría entre su gente. El orgullo de lo que es y de lo que representa, independientemente del resultado, nunca lo perderá.

El Levante tuvo ocasiones para marcar pronto

El fútbol, que en ocasiones tiene la capacidad de ser impredecible, se pasa a veces de caprichoso. Incluso de avaricioso. Nadie sabe si el destino hubiera sido diferente si el equipo de José Luis Sánchez Vera, en los dos primeros minutos de partido, hubiera anotado dos ocasiones casi imperdonables. Siendo Mayra Ramírez la protagonista de ambas, la colombiana se entrometió en un despeje de Cata Coll y se adueñó de un esférico que no terminó en el fondo de las mallas por culpa de Engen. La noruega, en línea de gol, despejó el esférico, siendo sinónimo de que las granotas podían dar un golpe sobre el terreno de juego de Butarque. Prácticamente de manera consecutiva, un disparo de la ‘7’, mano a mano con la guardameta del Barça, se fue rozando el palo por pocos centímetros. Fueron, sin duda, dos minutos frenéticos, de alta intensidad y donde las de Sánchez Vera quisieron demostrar que jugarían con valentía, de tú a tú y sin miedo a arriesgar. No obstante, ni en sus peores pesadillas, pensaron que el Barça tumbaría las ilusiones de golpe y porrazo. Además, sin piedad alguna.

El cuadro de Jonathan Giráldez finiquitó la final casi sin despeinarse. De hecho, alcanzado el descanso, el partido estuvo visto para sentencia. Una vez Salma Paralluelo, en boca de gol y a pase de Hansen, abrió el luminoso poco antes del cuarto de hora del inicio del choque, el asedio culé se consagró con un carrusel de dianas que noquearon a las levantinistas. Antes, Holmgren voló sin motor para impedirle a Ona Batlle un disparo teledirigido hacia la escuadra, pero fue un espejismo. La pesadilla comenzó a partir del tanto de la ex del Villarreal, provocando que el Levante, pese a su intención de robarle el balón a su rival, se viese completamente superado. Batido el ecuador de la primera mitad, Hansen, con un disparo al palo corto, no solo difuminó la esperanza de tumbar al Barça, sino que los golpes cayeron de forma consecutiva y sin anestesia. Ona Batlle, en la siguiente acción, finalizó una jugada que arrancó con un balón al palo de Aitana y que solucionó Salma detectando la internada de la lateral, y diez minutos después, Hansen, a placer, coronó la asistencia de tacón de una Bonmatí que habilitó a la ‘10’ azulgrana.

Siete goles en una hora

En un abrir y cerrar de ojos, el Barça eliminó la posibilidad de que hubiera sorpresas, ante un Levante cuya frustración se palpó con nerviosismo y errores. Antes del descanso, a su rival le dio tiempo de marcar un quinto mediante las botas, otra vez, de Salma Paralluelo, aunque ahí no finalizó el rodillo azulgrana. Pese a que, en el inicio de la segunda mitad, el Levante dio un paso al frente y decidió caer de pie y competir hasta el final, Graham la mandó a la escuadra y Aitana Bonmatí, aprovechando una carrera hacia zona interior de Batlle, colocó el tanto definitivo. Todo, antes del sesenta del encuentro, para satisfacción de un Barça que, a este ritmo, nunca dará opción para la sorpresa mientras esté presente en cualquier competición, y ante un Levante al que solo le queda presumir de lo sembrado hasta la fecha. Porque, la capacidad de ilusionar pese a las adversidades, muy pocos equipos la tienen.