Pedro Botelho lleva dos jornadas consecutivas sin entrar en las convocatorias y las que todavía pueden quedarle. Y es que además del expediente disciplinario y el multazo de 15.000 euros, el brasileño tiene que cumplir una condena deportiva. Se trata de un castigo no escrito y de una duración indefinida que Juan Ignacio Martínez le ha aplicado desde que regresó a los entrenamientos y que va a mantenerle salvo que se lo gane y que su propósito de enmienda sea incuestionable.

De momento, en lo que al trabajo diario se refiere, parece que Botelho va por el buen camino, ya que está recuperando la chispa que no tenía y su actitud ha dado un giro de 180 grados. Un cambio que el cuerpo técnico y sus propios compañeros han percibido y del que el club está al día. La sensación general en el vestuario es que con el paso adelante que ha dado se está quitando días de condena de encima y que si no vuelve a desviarse del camino su regreso a las convocatorias acabará siendo antes de lo esperado.

En principio, contra el Betis parece pronto, pero así como hace dos semanas lo suyo parecía de cadena perpetua, ahora está en camino de al menos aspirar a que le den la condicional. Aún tiene que dar más, en especial mayor desborde en el uno a uno por banda, que es lo que más se le exige en los entrenos. Y, sobre todo, todavía le queda purgatorio.

Antes del partido del Bernabéu y de su fuga del hotel, el cuerpo técnico ya había decidido que, al estar más completa la plantilla, diera un paso atrás en las alineaciones. La idea era que siguiera un plan de acondicionamiento para compensar su falta de forma física. Además, necesitaba recuperarse de sus problemas en la espalda, originados en un golpe en el partido de Mestalla.

A eso es precisamente a lo que se está dedicando desde entonces mediante un plan de trabajo específico con sesiones y horas extras. Otro de los objetivos es también recuperarlo psicológicamente, ya que del Rayo vino más perdido que nunca.

Una vez que el club ya le ha aplicado su castigo, Juan Ignacio y Manolo Salvador están de acuerdo en hacer lo posible para sacar provecho de su cesión. A pesar de que la primera reacción fue cuestionar su continuidad y a que en el Ciutat se escuchó que nunca más volvería a ponerse la camiseta del Levante, en frío se ha decidido no darlo por perdido. De hecho, el futbolista fue salvado por sus propios compañeros con el argumento de que el equipo no estaba para renunciar a nadie y que él, como cualquier otro, podría aportar su granito de arena para acabar logrando los objetivos.

Por todo eso Botelho no tiene hecha una cruz definitiva, aunque sí es cierto que para ganarse la redención tendrá que sudar la gota gorda. En especial de cara a JIM, que reconoció el pasado jueves sentirse totalmente decepcionado. El míster ha sido muy duro con él después de lo ocurrido y de hecho ha reconocido públicamente que fue un error por su parte darle tantas oportunidades. De ahí que para volver a contar los argumentos del jugador deben estar fuera de toda duda.

Voces críticas en el Consejo

La mayoría del Consejo estaba por la labor de darle boleto. Además, es un secreto a voces que Quico Catalán no era partidario de su fichaje y que sólo la apuesta personal del t;ecnico, que le dijo que sería responsabilidad suya, desatascó un fichaje que parecía herido de muerte. La reunión en la que se abordó su castigo fue especialmente tensa en el tramo en el que, aprovechando la presencia del director deportivo, un buen número de directivos criticaron al brasileño también por su controvertida aportación al equipo. Eso sí, del máximo de 60.000 euros la multa se quedó en 15.000, en gran medida porque buena parte de lo que le paga el Levante no es en metálico sino por vivienda y de haber sido más alta a Botelho su estancia en Orriols le saldría a pagar.