Era él y el balón. Como si todo lo demás estuviese pasando en otro sitio, Bardhi se aisló de la pelotera por la falta, cogió carrerilla y con la discusión todavía en marcha la metió por la escuadra de David Soria. Golazo, otro más, para el francotirador macedonio, el mejor lanzador hoy por hoy de LaLiga. Un especialista que aprendió a serlo y que a sus 23 años no deja de probarse y hacerlo cada vez mejor. Y es que de él ya no sorprende que marque, sino lo fácil que lo hace y la asiduidad. El curso pasado lo acabó como un tiro y en este tampoco es que se haya hecho de rogar demasiado. Hace bien el club en blindarlo y todavía mejor Paco López en ayudarle a destapar el tarro de las esencias poniéndolo en el medio a la altura de Campaña.

La entrada de Bardhi tras el descanso fue, sin duda, el punto de inflexión para un Levante al que le llegó justito para el empate en la primera parte pero que volvió a ser él en la segunda. El paso adelante que supuso el fútbol de macedonio, ausente ante el Alavés por enfermedad y ayer suplente de inicio, convirtió a los granotas en el equipo vertical, intenso y avasallador que había sido hace una semana contra el Alavés.

El sistema

Es incuestionable que el 5-3-2 por el que apostó SuperLópez, que repitió dibujo y alineación, es un traje a medida que al equipo le encaja como un guante a la hora de controlar los riesgos del centro del campo y darle estabilidad al equipo. Sin embargo, también lo es que hay piruetas para las que no hay red de seguridad que valga, sobre todo si son como la que se marcó Postigo, impecable en el resto del choque. Su desliz en la frontal ante Maksimovic fue la acción de mayor peligro del Getafe. Un mano a mano resuelto por Oier, al que hay que reconocerle que, una vez cerradas las fugas, ha vuelto a parar todas las que solía. La reconfirmación del meta titular es, sin duda, otra de las buenas noticias precipitadas por la mejoría general de todo el grupo.

Se salvó el Levante de la de Maksimovic y tampoco salió trasquilado del lunar más llamativo del nuevo dibujo, el de Jason como carrilero. El gallego, aunque menos en la segunda mitad, lo pasó mal con Amath y volvió a llegar al descanso con amarilla y la lengua fuera, sin acabar de cogerle el punto a su nuevo rol. Una herida a la que Bordalás echó sal al volcar constantemente por el costado derecho sus ataques.

Poco o nada tuvo que ver el partido de ayer con aquel primero de la etapa de Paco López también en el Coliseum. Mucho más sosegado, al Levante le sobraron dedos de una mano para contar los descosidos del juego directo de los madrileños, si bien a cambio de esa sobriedad en el área de David Soria pasaron pocas cosas hasta que Bardhi entró para alterarlo todo. Alguna carrera de Molina, intentos de Rochina y Jason y un disparo sin fe de Prcic.

El bosnio no llegó a engrasarse y eso le costó quedarse en el vestuario a las primeras de cambio para favorecer un doble pivote más entonado con Rochina en el vértice y dos delanteros como Boateng y Morales. Mensaje claro de ir a por todas que en cuestión de minutos obtuvo el premio del 0-1 y un palo de Toño, el jugador que junto a Rochina más ha agradecido el cambio de percha táctica por su recorrido. El mismo que tiene un Levante que con los seis puntos sumados en las dos últimas jornadas se ha olvidado de la crisis para volver donde le toca.

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