Oier es el protagonista en la sombra de los últimos partidos. Sus actuaciones no han acaparado ni de lejos la atención del cambio táctico de Paco López o el golazo de Bardhi en Getafe, aunque han sido igualmente determinantes. Con su sobriedad y sus paradas, se ha reafirmado a si mismo: en un alarde de personalidad, ha borrado los ecos de las críticas, la polémica por su desaire a la grada y los errores cometidos en la goleada ante el Sevilla (2-6), y ha vuelto a dar puntos al equipo. Sobre todo en el Coliseum.

Jorge Molina y Maksimovic se encontraron con la mejor versión del vasco. Respaldado por una mayor seguridad defensiva, en buena medida por el cambio al 3-5-2, no se ha visto tan exigido en las últimas dos jornadas y ha podido afrontar en las mejores condiciones las acciones de mayor dificultad. Contra el Alavés, hace dos semanas, apenas tuvo que intervenir en una acción de peligro en todo el encuentro; aparte del gol encajado. Hasta en ocho lo había hecho previamente en Cornellà y el Villamarín, en la que era su única portería a cero en lo que va de curso hasta la visita a Getafe.

El repunte en su peor momento es un reflejo de una carrera repleta nada fácil. De su capacidad de abstraerse y demostrar su valía cuando más cuestionado está. En Valladolid, el guipuzcoano ya se convirtió en el más destacado del equipo junto a Sergio Postigo a pesar de la derrota final. Fue su forma de agradecer a Paco López su renovado voto de confianza, pese a que había estado especialmente desacertado contra el Sevilla y de que el técnico hubiera sido el principal avalista en verano del fichaje de Aitor.

El vasco se ganó un amplio margen de confianza la pasada temporada. Desde su sorprendente entrada en el once en Las Palmas, la mayoría de partidos dejó algún intervención de mérito y apenas fallos que lamentar. El club, de hecho, apostó en verano abiertamente por su continuidad como primer espada y le amplió el contrato por dos años más (hasta 2021, más otro curso por objetivos), además de adecuar su salario a ese rol.

El 9-1 que le costó la titularidad

Oier, quien septiembre cumplió 29 años, no había tenido hasta 2017 apenas continuidad en la elite. La única vez en la que había empezado a sentirse realmente titular en LaLiga Santander, con el Granada, un vendaval se llevó ese privilegio por delante a su paso por el Bernabéu. El '13' levantinista tendrá el sábado por primera vez la oportunidad de desquitarse de aquel 9-1 encajado en la 14/15 con el conjunto nazarí, en el que es su único enfrentamiento liguero en el campo del Madrid.

La Roja no le pierde de vista

El despliegue de de Oier trasciende Orriols, como quedó constatado con su presencia en la primera preconvocatoria del nuevo seleccionador español en agosto. El vasco, quien a última hora perdería el pulso por el puesto con Pau López, vio premiado su rendimiento en la 17/18 por el mero hecho de que Luis Enrique le tuviera por primera vez en cuenta para la absoluta.

Su periplo internacional no excede hasta ahora de su paso hace una década por la sub-19. Con De Gea y Kepa como indiscutibles en todas las listas, el granota permanece en la terna de cancerberos a seguir por los técnicos de la Roja junto al bético o al groguet Asenjo, entre otros.