El Levante Unión Deportiva está de aniversario. Tal día como hoy, hace 16 años, el cuadro granota tocó el cielo de la élite del fútbol español, en forma de ascenso, después de 40 años de ausencia. El 5 de junio de 2004, el estadio de Chapín, engalanado con una gran masa de aficionados del conjunto valenciano, fue una fiesta, tanto sobre el césped como en las gradas, cuando el colegiado señaló el final de un encuentro caótico. Los azulgranas comenzaron perdiendo, tuvieron pocos acercamientos y estuvieron contra las cuerdas durante los primeros 45 minutos. Sin embargo, el gol del empate fue otra dimensión y, sobre todo, el inicio de la remontada. Una obra de arte anotada por Gustavo Reggi, uno de los artícifes de aquel hito y que no solo lo recuerda con añoranza, sino que lo describe como uno de los mejores de su carrera futbolística.

"Ese, y el del Cádiz de chilena, fueron de los más bonitos. Si ves esa jugada, había muchos jugadores del Levante a mi alrededor. Tuve la suerte de recibir al pie un pase de Rivera, y en un movimiento corto, justo cuando hago el control orientado, se levanta y me da la oportunidad de bombearla. Cuando le pego, veo que el arquero viene para achicar y lo agarro caminando. Era imposible que parara y retrocediera para atrás. Si los calculas, son tres segundos, pero fueron los tres segundos más lentos de mi vida. Mientras iba corriendo sabía que iba a ser gol, pero con el miedo de que algún rival sacase el balón. Fueron segundos lentos pero muy bonitos", reconoció el exdelantero.

Todo ello, en un partido que fue la guinda a una brillante campaña. El equipo, pese a una pequeña crisis de resultados en el mes de marzo, solo abandonó las tres primeras posiciones de la clasificación en una jornada. El ascenso fue la tierra prometida que se convirtió en realidad cuando terminó el enfrentamiento. Todos los sentimientos vividos durante casi un año de dedicación fueron colmados en aquel momento. Una sensación que Reggi jamás podrá olvidar.

"El gol del empate nos dio tanquilidad porque en cualquier momento podiamos hacer el segundo, ya que estabamos jugando mejor que el rival. Después del tanto de Rivera (1-2), se hizo interminable el partido. Yo le preguntaba al árbitro cuando faltaba, me decía que restaban siete minutos, al rato volvía a preguntar y me decía que faltaban seis. Los minutos se hacía eternos. Pero cuando pitó el final... nos sacamos toda la presión que arrastrábamos desde la pretemporada y de 40 años atrás. En lo personal, estuve más nervioso tras el gol de Rivera, que en la previa o durante la temporada. Con el 1-2, el premio lo tienes en la mano y no quieres que se te vaya. Y en el fútbol, ese premio es agua en las manos, en cualquier momento se te puede escapar. Cuando pitó el final fue una alegría impresionante. Son segundos en los que se recorre todo por la cabeza: familia, pretemporada, ese año, los aficionados... Fue pura felicidad".

"Pura felicidad" granota

La hazaña lograda por el Levante hace 16 años no se entendería sin la figura de Manolo Preciado. El entrenador de Astillero moldeó con sus manos un equipo competitivo, fuerte mentalmente y capaz de superar cualquier tipo de adversidad. Sin embargo, la tragedia le golpeó a Manolo y a Reggi en su etapa en Orriols. El primer perdió a su mujer y a su hijo, y el segundo a su hermano. No obstante, la entereza, y manera de afrontar la vida de cara, se complementaron para generar una de las claves de aquel éxito. La virtud de distinguir qué es lo verdaderamente importante.

"Cuando tienes estas situaciones, si pierdes un partido te duele, pero es un dolor insignificante. Uno sigue adelante, intenta ponerle todas las ganas en el día a día como hice yo e hizo Manolo. Nunca lo vi aflijido o triste. Siempre era el primero en estar ahí. Cuando te tenía que retar, te retaba. Cuando te tenía que contar un chiste, te lo contaba. Tuvo sus golpes, pero nunca los demostró. La vida sigue, y lo bueno es que él trabajaba de lo que le gustaba, entonces con más razón lo daba todo. Uno, aparte de quererlo, lo admira. Todos los que estábamos ahí lo admirábamos porque se llevaba bien con todos. No conocí a ninguno que estuviera enojado con él. Ni siquiera, aquellos que no jugaron apenas. Dio más de lo que pudimos dar nosotros y de lo que pudo dar la comisión. Fue el arquitecto de esta obra".