Mundial femenino

Licencia para soñar

La selección española ganó por primera vez a un gran rival en un gran torneo en el partido más importante de la historia

La escena final de las jugadoras sin celebrarlo con Vilda fue una muestra más de que la fisura sigue estando ahí

Mariona y Alexia celebran el pase a semifinales

Mariona y Alexia celebran el pase a semifinales / RFEF

Maria Tikas

España se ha ganado la licencia para soñar. La victoria en cuartos de final contra Países Bajos, que se decidió en una emocionante prórroga, fue la prueba definitiva. Hasta entonces, nunca antes había logrado ganar a un gran rival -de ranking parecido o superior- en un partido no amistoso. Dominó y sometió, durante más de noventa minutos, a la vigente subcampeona del Mundo. Se dice rápido. Jugó bien en el partido más importante de la historia de la selección y, esta vez sí, el resultado acompañó.

El duelo de pizarras lo ganó Jorge Vilda. No toques lo que ya funciona, que dicen. Y el técnico hizo honor al dicho. Se presentó con diez de las once futbolistas que salieron de inicio ante Suiza. Un solo cambio: Mariona Caldentey entraba por Salma Paralluelo -justamente las dos grandes protagonistas-, para reforzar el interior con una centrocampista más y neutralizar el ‘rombo’ neerlandés.

A pesar de lo que los primeros minutos fueron para Países Bajos, con una presión alta asfixiante que no dejaba salir a España de su campo, con paciencia y desde el orden y la calma, la ‘Roja’ empezó a generar espacios y madurar el juego para hacerlo suyo hasta dominar totalmente el partido.

Dominio total

Ni un disparo a puerta de Países Bajos, gracias, en parte, a la solidez y seguridad de la línea defensiva ante Martens, Brugts y Roord, con unas sublimes Irene Paredes y Laia Codina y también en la portería, con una Cata Coll que ya se ha ganado el puesto, y once tiros de España. Dos palos seguidos de Alba Redondo, un gol (bien) anulado a Esther González por fuera de juego, un disparo lejano de Ona Batlle -que demostró una vez más maridar bien con Mariona y Jenni Hermoso en la banda izquierda- que se marchó rozando el larguero al filo del descanso. Era cuestión de tiempo que acabase entrando el balón. Pero no fue hasta el minuto 81.

Antes, tocó sufrir. En un principio parecía que Andries Jonker estaba satisfecho con lo que veía de su equipo en el campo. No cambió ninguna de sus cartas. Ni jugadoras, ni posiciones, ni estrategia. Seguía dominando España y Esther volvió a rozar el gol, de nuevo sin suerte.

La justicia del VAR

Hasta que en un segundo a punto estuvo todo de cambiar. Señaló Frappart penalti por una carga (legal) de Paredes sobre Beerensteyn en el área. Tras consultar el VAR, corregió su decisión la colegiada y recuperó el aliento España. Y a los pocos minutos intervino de nuevo la tecnología, en favor de España. Manos -muy evidentes- de Van der Gragt en el área y penalti para la Roja. Mariona, la que siempre está, la que siempre aparece y asume galones desde el silencio cuando el equipo lo necesita, lo transformó para destar la locura en Wellington.

Duró poco la euforia. Nada más empezar el añadido -doce minutos-, la misma Van der Gragt marcó el gol del empate tras superar a una defensa muy adelantada y a Cata Coll, que nada pudo hacer. 

Se fue el duelo a la prórroga y, cuando parecía que se lo iba a llevar la ‘Oranje’ -los cambios de Vilda, sacando a Aitana y Mariona con demasiado en juego fueron del todoincomprensibles, pues España había dejado de ser reconocible y empezó a ser sometida, mientras que Beerensteyn perdonó una cantidad innumerable de ocasiones, algo que siempre recordará-, apareció Salma Paralluelo. Se había quedado sola por la banda y, cuando esto pasa, no hay nadie que la pare. Corrió, controló, encaró, regateó y definió a la pefección con un disparo cruzado que rozó primero la madera. Todas -las que estaban jugando como las que no- se abalanzaron sobre ella con ímpetu.

Euforia en la celebración

El silbato final fue el inicio de una eufórica celebración. Sonrisas, lágrimas, collejas, felicitaciones y abrazos. Con una anécdota que dará que hablar. Ninguna jugadora lo hizo con Vilda

Saben en qué contexto han llegado hasta aquí, a pesar de la felicidad que supone seguir haciendo historia, y la situación, por muy maquillada que esté, es esta: sigue habiendo una fisura irreparable.