"Habla de lo que tenemos bajo la cama y de lo que nos llama a la puerta", afirma el británico Steve McQueen -director de películas magníficas como ‘Hunger’ (2008) y la oscarizada ‘12 años de esclavitud’ (2013)- acerca del documental de cuatro horas y media que estos días presenta en el certamen francés. En otras palabras: ‘Occupied City’, que contrasta la Ámsterdam actual con la que sufrió la ocupación nazi hace ocho décadas, aspira a meditar sobre suciedades pasadas que se ocultaron en lugar de limpiarse pero también de un terrible futuro posible.

Adaptación del libro ‘Atlas of an Occupied City: Amsterdam 1940-1945’, de Bianca Stigter -pareja de McQueen-, la película funciona más bien como un inventario de muertes brutales que como una narración al uso. Su dispositivo conceptual es la incongruencia cronológica y emocional que generan entre sí las imágenes presentadas y la narración que las vertebra. La cámara de McQueen captura momentos a menudo joviales o bellos que transcurren en diferentes escenarios de la ciudad en la actualidad; una voz aséptica, mientras tanto, va mencionando el nombre completo y la historia resumida de alguien que una vez fue sufrió la violencia de los nazis en cada uno de esos lugares. Las historias de sadismo y barbarie son mayoría, pero entre ellas se cuelan algunas que hablan de resistencia estoica. 

Así pues, podría decirse que ‘Occupied City’ trata de funcionar a modo de documento conmemorativo de un lugar en el que, en su día, unos 60.000 judíos fueron asesinados. Sin embargo, son tantas las historias que se apilan la una sobre la otra que llegan a anularse entre sí; en cuanto nuestra atención se centra en la tragedia de una de esas víctimas, casi inmediatamente se nos pide que la desviemos hacia otra víctima, y luego hacia otra, y luego hacia la siguiente. Si logramos retener en la memoria un par o tres de ellas, eso sí, a McQueen probablemente la parecerá que el esfuerzo ha valido la pena.