En la zona de los banquillos no se hablaba de otra cosa que del récord de Marchena, que estaba a punto de quedarse en 55 partidos sin perder con la Roja, cuando Silva obraba el milagro y el gol del empate. El que más por el que menos se quedaría en ese momento petrificado, pensando que este tío tiene poderes o algún pacto secreto a muy alto nivel.

Las circunstancias del gol invitan a seguir pensando en algo irracional, porque la selección jugaba sin delanteros y el autor del gol, hasta hace poco su compañero en el Valencia, lo conseguía con su pierna derecha. La mala, o la menos buena en este caso. Siete años, dos meses y cinco días sin perder un solo partido con la selección española es algo impensable en un fútbol como el que vivimos en el que todos, aunque solo sea una vez, pierden. Pues España, con Marchena, no lo hace desde que un 7 de junio de 2003 cayó por 0-1 ante Grecia en Zaragoza. Está claro que una hazaña de esta magnitud nunca habría sido posible si en lugar de haber nacido en Las Cabezas de San Juan lo hubiera hecho en Luxemburgo, en Chipre o en las Islas Feroe, pero aún así hay que reconocer que la cosa tiene mucho mérito.

Es como el Ángel de la Guarda. Se dice que para triunfar hay que estar en el lugar adecuado en el momento justo, pero lo de Marchena ha sido un poco al contrario, la fortuna quiso que no estuviera en esos poquitos partidos que la Roja perdió en estos siete años. En Villarreal ya esperan que llegue cuanto antes la competición para comprobar si su buena estrella va también con el amarillo. Si es así, habrá sido una muy buena inversión, pero en caso de que no, también. Carlos será titular en ese equipo con la gorra y, de eso pueden estar tranquilos, no se les perderá nunca la noche antes de un partido.