El Valencia avanzaba lentamente en el tablero de ajedrez en el que se había convertido el segundo tiempo. Había que remontar una partida que él mismo se había complicado. Se movía horizontalmente a las órdenes de Banega, pero no mataba. Con peones no se iba a ningún lado. No se ponía en jaque al Villarreal nunca. Se necesitaba un alfiler, un caballo, una torre. Algo diferente. La solución de Emery a falta de un cuarto de hora fue la torre. El juego directo. Aduriz. Tino entró por Banega y Aritz por Feghouli para jugar el último cuarto de hora con dos delanteros. Una acertó. Él se fabricó solito el gol. Saltó al cielo para ganarle el salto un balón a la defensa del Villarreal, después de un balón largo de Rami, y aprovechar el rechace con la pierna derecha. Acertó Aritz y también Unai. Emery sabía que su cambio de fichas y estrategia iba dirigido a ese movimiento. Por eso entró al campo con los puños cerrados para celebrar el gol con más rabia que nunca. ¡Se puso rojo! Como también el Villarreal al ver cómo se le había escapado un 2-0. Borja Valero se rindió ante su amigo Aritz. Reconoció su jugada y se fundió en un abrazo. Era el abrazo del triunfo de la fe y del ´plan b´.

Derrota de liderazgo

También hubo una derrota. La del liderazgo. A Topal no se le pide ser Albelda. David sólo hay uno y ayer se notó demasiado que estaba en casa. Una cosa es que el turco no tenga la capacidad de liderazgo y la personalidad de Albelda. Se entiende. Lo que no se entiende tanto es la falta de consistencia. Por lo menos hay que pedirle que intente hacer una falta táctica en el primer gol o exigirle que obstruya con el codo, con el hombro o con lo que sea a Gonzalo en el segundo. Y suerte que no entró el tercero de Zapata. Rami y Víctor discutieron entre ellos y abroncaron al turco después de otra falta de marca sobre Zapata. Los tres se fueron discutiendo al vestuario en el descanso. No fue la última vez que hablaron. Víctor volvía a pedirle explicaciones después de que Borja Valero le ganara la espalda a Topal. Esta vez, Rami le tendía la mano para animarle. Para colmo, Senna dio una lección de equilibrio y colocación en el centro del campo. Llegaba a todas.

Se dejaron llevar

Lo veía fácil el Valencia. Esa era la sensación en el estadio en los primeros minuto. El Villarreal estaba cohibido y El Madrigal expectante. Soldado le ganaba la espalda a la defensa y Jordi y Feghouli amagaban. Planeaba tanto control en el ambiente que el equipo se dejó llevar. Y eso es delito en cualquier campo del mundo. Se apagó la intensidad y la tensión y se encendieron las oportunidades del Villarreal. Avisó Oriol colándose hasta la cocina y Marcos Ruben y Gonzalo no desaprovecharon los regalos. De Reyes Magos.

¿Por qué tan tarde?

La pregunta es... ¿por qué tardó tanto el Valencia en enchufarse en el partido? Tuvo que verse dos goles por debajo del marcador para despertar. El partido parecía que no iba con ellos hasta el segundo gol. Fue entonces cuando Soldado, Rami, Jonas o Jordi sacaron la garra para encararse con los groguets y presionar al árbitro. Al menos estaban vivos. Esa chispa de orgullo volvió a meter al Valencia en el partido. La decisión, la rabia y la fe en la jugada de Soldado, Miguel y Feghouli del gol era la prueba. Como también ver cómo Soldado se revolvía entre tres rivales para sacarse un disparo pegado al palo, los intentos de Soso... y así hasta llegar a Aritz.