Cuando empiezo a escribir estas cuatro líneas con letras ´arrejuntadas´ empieza el Málaga-Real Madrid de Copa del Rey —sé que es tarde, pero es lo que tiene ejercer de periodista y vivir colgado de un teléfono—. Pero hoy no toca, haya paz entre las huestes madridistas que no tengo la intención de meterme con el líder más antipático de la Liga que mi neurona preguntona pueda recordar. Ni tampoco con el entrenador más hipócrita que ha pasado por este país, ese que cuando no le conviene se pregunta «¿por qué?» y cuando le conviene dice «ese no es mi partido», que él no habla de los árbitros... Hoy escribo porque cuando empieza el partido veo a Isco de titular en un partido tan importante y aunque sé que no es lo mismo ser titular en el Málaga que en el Madrid, me retuerzo de rabia al comprobar que pronto el fútbol y el tiempo nos dan la razón a aquellos que tanto tiempo venimos diciendo que el Valencia tiene que buscar su modelo. Y me dan ganas de apagar el ordenador y dedicarme a tocar la guitarra al recordar que en Copa, ante el Cádiz, el Valencia ni siquiera convocó a Paco Alcácer. Me da rabia tener que recordar precisamente hoy —el día de una de esas finales en la que tanto nos jugamos y que tanto me motivan para desparramar mi corazón de mimbre a jirones, porque se dobla antes que partirse—, vuelve a rondar por mi cabeza la idea de que en el origen de la salida del chaval estaba su convencimiento de que aquí no iba a jugar y lo que vino después importa menos porque tiene que ver con el circo. Tiene que ver con que ´tú me dijiste´, ´el otro ha filtrado´ o el ´yo esperaba que...´. Sé que lo que van a leer ahora puede ser la mayor de las demagogias que haya escrito jamás, pero lo mismo, para tener un equipo que transmita algo más que la monotonía de un funcionario que termina aprobando con buena nota, y así disfrutar de noches como la de hoy, lo que nos falta es sentimiento. Digo yo.

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