Una avalancha de datos preocupantes y un cúmulo de sensaciones negativas han encendido las alarmas y han puesto en guardia al valencianismo. Por una vez, la estadística coincide con el estado de ánimo, los números encajan con la frialdad de una grada hambrienta de emociones. Algo no carbura, la afición se distancia, los partidos no se cierran aunque vayan de cara y el equipo se empeña en emitir señales contradictorias. La confusión se ha instalado en el ambiente. A falta de otros alicientes, los asiduos a Mestalla —por cierto, la entrada registrada ante el Sevilla invita a la preocupación, dada la gran cantidad de localidades libres— adoptan una actitud contemplativa que sólo rompen para expresar su malestar cuando todo ha acabado. Pese a la mala fama que persigue a los incondicionales valencianistas, no se producen reacciones desaforadas ni protestas mayoritarias, todo transcurre en un clima sosegado. Gracias a los entusiastas seguidores del Stoke, se rompió esa monotonía y vivimos momentos inolvidables en un campo que ya no transmite las vibraciones de otras épocas. Aquel intenso intercambio de cánticos protagonizado resultó memorable, un pasaje espléndido dentro de un contexto tedioso.

Unai se rebela

Unai Emery se siente incomprendido, no sólo por buena parte de la crítica y el público, también por el club, razón por la cual ha dado un paso al frente y se ha rebelado. Su reciente carta a la afición es un desahogo, supone una reivindicación de su labor. La mayoría de sus colegas le reconocen grandes méritos al técnico vasco, valoran positivamente el trabajo desarrollado en un banquillo con fama de complicado, consideran que ha sabido mantener el nivel competitivo pese a las fugas de los mejores elementos. Sin embargo, hay algunos aspectos de su etapa que no convencen y que no se han corregido desde el primer día: la escasa fiabilidad defensiva del Valencia, rasgo que había distinguido tradicionalmente al equipo en épocas de grandes éxitos, y la espiral caótica en la que el equipo entra, propiciada por una cadena de fallos impropios en un equipo de primer nivel. Sorprende que Unai haya dado este paso y haya salido a la palestra. De lo expuesto por el entrenador, participo en que hay alicientes en el horizonte y que la temporada puede deparar todavía satisfacciones. Con independencia de su consecución, el ciclo del técnico en el club parece llegar a su fin de forma irremediable.

Sin noticias

Ya han pasado casi tres meses desde que se anunció a bombo y platillo el acuerdo que solucionaba la venta del actual Mestalla y la reanudación de las obras del futuro estadio del Valencia. Seguimos casi como entonces, apenas ha trascendido el contenido exacto del acuerdo y muchas dudas siguen sin despejarse. Por encima de todo, la gran cuestión que se esconde en un asunto de tanta trascendencia y que resulta necesario aclarar lo antes posible es la de saber si los intereses legítimos de la entidad valencianista van a ser priorizados respecto a las intenciones de la entidad financiera, cuya vocación de obtener beneficios está fuera de toda duda. El negocio ha de serlo para ambas partes. Sin ese equilibrio, el VCF saldrá malparado.

Grande de Europa

Recomiendo a Vicente Bau que se lea los magníficos programas oficiales editados por el Chelsea y el Stoke City con motivo de las visitas recientes del Valencia. En sus cuidados textos se vierten grandes elogios hacia el club de Mestalla por su dilatada trayectoria continental. Cualquier frente internacional realza la imagen de una entidad, su presencia en estos torneos supone un plus en todos los ámbitos. Ardo en deseos de saber cómo saldría del atolladero el tozudo columnista si dentro de poco el Valencia se mide con el United o el City en una semifinal o en la mismísima final de la Europa League. De momento, el cruce con el Stoke representó una fiesta que no se había dado en los partidos de Champions. Querido Tito: estás a tiempo para bajarte del burro.