De Velasco a Teixeira pasando por los Comités de turno, el Derbi llega a golpe de silbato. Encima con el peligro añadido de que Valencia y Levante se topan este lunes con Iglesias, que no es precisamente uno de esos árbitros que sobre el papel tranquilice demasiado. Aun a sabiendas de que tanto en Mestalla como el Ciutat no sería igual, tal vez haya llegado el momento de no limitarse a la queja. ¿Por qué no pasar al ataque exigiendo recusaciones, igual que en su día hizo el Madrid con el paísano de Sánchez Arminio o el Barcelona con Clos Gómez?. De todos modos, también hay que tener claro que el problema no son tanto los arbitrajes como los comités y especialmente quienes mueven sus hilos a priori y posteriori. En general, todos esos enchufados a la corriente que por interés prefieren quedarse en el pleistoceno y seguir haciéndose cruces con la tecnología. Mientras, eso sí, Tebas a su ley mordaza, a sus violines en los estadios-auditorio y, lo peor, a su arbitraria moral.

Quico está mosca

Con la mosca detrás de la oreja de pagar los platos rotos de Teixeira teniendo él los de Velasco, Quico dejó caer ayer que «nada ni nadie debe condicionar un partido tan bonito». El Levante, por cierto, llega al Derbi más suelto que el Valencia, cuya exigencia de puntos en la lucha por la Liga de Campeones es muchísimo mayor que la de la permanencia. Pese a la derrota ante el Sevilla, los granotas están anímicamente fuertes y de enhorabuena por los últimos jugadores que se han subido al carro. La baja de Diop es casi lo de menos en un equipo que recupera a Camarasa aunque por contra pierde a su única pieza sin copia en la plantilla. Y es que, tras dar Lucas su brazo a torcer a raíz de los desbarajustes contra el Celta, Juanfran ha demostrado una vez más que a sus años ya no será el mejor defensa pero sí el jugador más importante por todo lo que aporta. Ojalá no se le eche en falta.

Mendilibar se quedó sin regar

Durante muchos años, el Levante hizo de su césped cuarentón un arma. Cuando lo inspeccionaban antes de los partidos, los granotas se partían la caja pronosticando lo que iban a sufrir los rivales con las zonas en las que el balón parecía una liebre. Es más, lo mismo que con Nuno contra el Villarreal pasó con Mendilibar contra el Rayo, aunque justo al revés, ya que si no se regó fue porque así lo quisieron los jugadores. Un ‘sapo’ que el vasco dijo que se tragaría por última vez dos jornadas antes de su despido. El debate no es el de Marcelino sino que tiene que ver más con la identidad de los equipos, el estilo de los entrenadores y la realidad de que pese a no regar ni Valencia ni Levante acabaron ganando