Manuel Llorente organizó una reunión en el club para debatir sobre la continuidad de Unai Emery. Cada uno dio su opinión, desde el primero hasta el último, y de allí salió una decisión de ´consenso´ según la cual el vasco dejaba de ser entrenador del Valencia y el sustituto ya estaba fichado: Luis García, representado por Toldrá, para más señas. A la mañana siguiente, todos los que habían estado en esa reunión se enteraron de la noticia por la portada de SUPER: Emery estaba renovado. ¿Es eso lo más correcto? Evidentemente no. ¿Es evitable? Claro que sí. ¿Ocurrió? Desde luego que sí. Es poco más o menos lo que ha pasado con el último fichaje del Valencia CF, con la pequeña -o grande- diferencia de que el Llorente que ha tomado ahora la decisión es el propietario y el que se juega su dinero. ¿Es lo más correcto? Evidentemente no. ¿Era evitable? Quizá sí. ¿Ha pasado? Sí.

Hay otra diferencia que en el fondo es todavía más importante, aquello ocurrió en el contexto de un club que vendía a todas sus estrellas para pagar intereses al banco eternamente, nada que ver con lo que tenemos de un año a esta parte. El Valencia CF está por encima de quién ficha los jugadores y quién firma los pagarés, además tanto Salvo como Rufete saben desde el primer día que la decisión última en operaciones que requieren una inversión importante la tiene Meriton, o como queramos llamarlo, el Consejo o simplemente Lim. A partir de esa idea aceptada por todos, hay un problema en el organigrama o en la estructura que además ha generado una mala relación entre Salvo y Rufete por un lado y el entrenador por otro, algo que el propietario no se puede permitir porque hoy por hoy los necesita a todos para llevar adelante sus planes, que son la bomba.