Almenara. Mes de mayo. La presidenta del Valencia CF me preguntó aprovechando la coincidencia en un acto qué pensaba de la decisión de haber renovado a Pako Ayestaran. Le dije que me parecía mal porque no era lo que el equipo, el proyecto y el club necesitaban, y que según mi criterio habría apostado por un entrenador de otro perfil. Le puse como ejemplo a Manuel Pellegrini y su reacción no fue ni mucho menos de sorpresa. Al contrario, contestó que según las gestiones que se habían hecho el chileno salía excesivamente caro en las circunstancias que se presentaban, con un recorte importante del presupuesto. Es más, decía sin ningún problema que traer a Pellegrini costara lo que costara habría sido lo fácil para Lim, para ella y para Suso García Pitarch, porque además de ir a lo seguro y ponerse un escudo, era lo que les estaba pidiendo la afición. Le deseé mucha suerte, al fin y al cabo la decisión no dejaba de tener mucho riesgo pero era respetable desde el punto de vista profesional, venía de un análisis económico y deportivo de la situación, nada que ver sin ir más lejos con el capricho injustificable de Gary Neville apenas unos meses antes. La suerte, sin embargo, es algo que suele crecer en terreno abonado y al Valencia lo que le venía por delante era un largo verano con mucha mala hierba que cortar. Pensaron que teniendo un entrenador más barato que además parecía funcionar, porque había salvado una situación comprometida con peligro de descenso ganando nada menos que al Sevilla y al Barcelona en el Camp Nou, podrían destinar más recursos a la plantilla. Al final, la realidad es que de barato nada de nada, Pako les ha salido bastante caro. Es algo que todavía no han aprendido nuestros amigos orientales, lo rico y lo sabio que es el refranero español.

Se acobardó

Pako no ha respondido a esas expectativas y, todo hay que decirlo, tampoco ha puesto mucho de su parte. Dijo que su perfil era idóneo para este proyecto, pero no hizo falta demasiado tiempo para poner de manifiesto que nada más lejos de la realidad. Conociendo toda la problemática y que la plantilla probablemente no estaría definida hasta el último día, el perfil no podía ser otro que el de un entrenador capaz de dar una respuesta enérgica a todas las adversidades que seguro se iban a presentar, un auténtico motor que se echara el proyecto a la espalda, pero a la hora de la verdad se acobardó el primero. Empezó a alejarse de los que habían apostado por él y poco a poco dejó de tener los pies en el suelo, ahí están sus planteamientos. No ha tenido el escenario más propicio, situaciones como las de Alcácer y Mustafi hicieron daño, pero no son excusa, para un entrenador del Valencia esas cuatro derrotas no tienen defensa.

La decisión

No hay que haber sido futbolista ni entrenador ni catedrático para decir que la decisión se ha tomado en Singapur. Y dónde si no se iba a tomar, si es donde reside el propietario y casi todos los miembros del Consejo de Administración. ¿Duele eso a los valencianistas? Aunque el que más por el que menos ya se ha acostumbrado, claro que sí, lo mismo que cuando la venta del Valencia se decidía en el paseo de La Castellana de Madrid. Lo que convendría aclarar es que sí, la decisión la tomó el propietario en Singapur, pero se gestó aquí, en Valencia.

¡Acierten!

Con todos los condicionantes que quieran, seguir con Ayestaran fue un error, uno más, y mantenerlo más tiempo no habría sido otra cosa más que insistir en el error. Hoy, una vez que el Valencia ha recuperado las pérdidas del ejercicio anterior y eliminado gran parte de su estrés financiero, aunque a base de vender futbolistas, tiene que verlo todo mucho más claro. Hay que apostar fuerte porque no pueden volver a equivocarse con el ejecutivo más importante en un club de fútbol, que es el entrenador. Este club necesita un técnico que se haga respetar y con experiencia, que sepa perfectamente qué es lo que tiene que hacer con el equipo desde el primr día y tenga una acreditada capacidad para obtener el mejor rendimiento a los futbolistas que tiene. Ni amistades ni baratijas. Se la juegan.

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