El presente no me asusta, el futuro me desconcierta y el pasado me da rabia. Estoy hablando, claro está, del Levante. Y sé porque me consta y porque para esas cosas las columnas que escribe Raúl, presidente de Levante Fans, son un termómetro de la grada, que a la mayoría de granotas les pasa lo mismo. La salvación la vemos a nueve puntos, incluso a menos, y la próxima temporada pensamos en clave de Primera División. Lo que ocurre es que a partir de junio sabemos que nos espera una reforma espectacular del Ciutat, pero nos tememos que no tanto de la plantilla y eso es algo que nos desanima. Porque sí, el objetivo mínimo está ahí, a tres partidos de finiquitarse, y aunque después de todo lo que ha pasado hay que ponerlo en valor, del VAR a Jason pasando por el caso Toño, cuando los granotas echamos la vista atrás y la ponemos en el pasado verano es inevitable que nos sepa a poco. Todos nos acordamos de que el Levante terminó como un tiro, de que los 30 millones por Lerma eran un pastizal para invertirlos y de que por fin habíamos encontrado al entrenador que tanto tiempo llevábamos buscando. Un año después, sin embargo, al equipo le ha faltado vuelo para tocar su techo, en lugar de en un mediocentro acorde el dinero se ha despilfarrado en tres futbolistas que a falta de 10 jornadas no arrancan y sólo Paco ha confirmado y superado las expectativas demostrando toda su valía. Un entrenador total para las vicisitudes de dentro y de fuera del campo con todo el desgaste que el cargo conlleva.

El quid de la cuestión

Manda narices, tal vez porque confiamos merecidamente en él, que de lo que menos se habla es de que el futuro del míster aún no está blindado, aunque a estas alturas lo de las notas después de la Zona Aragonés, las del esprint final, vale para todos, no sólo para Tito y sus fichajes. Sin embargo, como quien no conoce su pasado está condenado a repetirlo, este es momento de refrescar aquellos polvos de los que han venido estos lodos. Quien se quede al mando finalmente de la dirección deportiva tiene que ir de la mano del entrenador y sin soltarse a la hora de confeccionar una plantilla a la que está bien incorporarle jugadores libres pero a la que le faltan más cosas para dar el salto de calidad. Aunque Vukcevic lleve la firma de Helguera, para errores de ese calado tipo Prcic o Dwamena no hay margen. Y, por favor, no nos ceguemos con quién es la cabeza visible sino, empezando por el secretario técnico, con quién saca la faena.

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