Se ha convertido el Valencia en uno de esos personajes de videojuego que según avanza por un campo de minas plagado de zombis va perdiendo partes del cuerpo. Incólume al desaliento, sin embargo, se abre camino, parece que gana energía con cada golpe recibido y acaba llegando a la meta con tanto mérito como recurso al puro milagro. Lo de anoche no fue una excepción. Apenas cubiertas las heridas del miércoles con una triste tirita, apareció un Villarreal más que necesitado. En otra época, aciaga aunque exitosa, el equipo se habría encerrado atrás a rezar por el cero a cero y la carambola de turno. Esta vez no. Volvió a imponerse respondiendo a cada golpe enemigo con una incursión a la desesperada, sin dejar un solo prisionero. En otro partido vibrante y con alternativas, resultó decisiva la superior calidad arriba de los de casa que, por si las bajas no fueran lastre suficiente, tuvieron que sobreponerse a la paupérrima actuación de Mangala. Ganar con el francés en el once abandona el terreno del deporte para entrar en el de la paranormalidad.

La diferencia

La primera media hora fue un paseo amarillo. Muy impreciso Parejo, sobre el que volveremos, algo renqueante Coquelin y excesivamente perezoso Ferran en tareas defensivas, volvió el Valencia a rendir el centro del campo. Incapaces de salir de la presión, los de casa parecieron un equipo vulgar y sin recursos, obcecados como siguen en no saltar líneas con un simple pelotazo buscando a Gómez, que lo pelea todo y gana una buena parte. Se plantaba además, como tantas otras veces, el rival a tiro de piedra de Cillessen casi en cada jugada de ataque. Reaccionó bien Celades cambiando al 4-3-3. Soler, que dio un recital hasta que se quedó sin aire, pasó a echar una mano en la salida del balón, se reorientaron los apoyos defensivos y Wass dejó de sufrir un calvario permanente. Empezó otro partido y con la pelota ya sí cerca del área de Asenjo, las cañas se volvieron lanzas para el Villarreal.

Rodrigo

El mejor del partido, sin más. Fue una pesadilla para la defensa submarina, consiguió por fin desencallar la escopeta y tácticamente dio un respiro brutal a sus compañeros. Partiendo de la derecha él solito neutralizó lo que hasta entonces era una autopista para el contrario y capitaneó como un titán el ataque de los suyos. Si alguien necesitaba el gol era él. A día de hoy es el principal sostén del Valencia.

Parejo

A Parejo no se le puede criticar el esfuerzo. Anoche se dejó la piel. Pero volvió a fallar mucho más de lo que se puede permitir un mediocentro. Sus pérdidas de balón son ya más constante que excepción esta temporada, la peor suya con diferencia de los últimos años. En Champions pueden ser anécdota sus penaltis errados, pero no, por ejemplo, su pobrísima actuación en Lille, donde no dio una a derechas. En Liga a día de hoy ha tenido bastantes más partidos grises que lúcidos. Ayer se volvió a dormir en la acción del gol y no tuvo casi nunca la precisión que le sabemos y debemos exigirle. Tiene que espabilar porque el Valencia depende en buena medida de lo que él aporta.

Mangala

En esa temporada en la que se supone que estaba en plenitud, salió a cantada grave y media por partido. Ayer hizo un penalti injustificable, en el gol visitante se aleja del futbolista que va a rematar en lugar de irle encima y más tarde deja que Chukwueze cabecee sin oposición en un balón que no fue gol quién sabe por qué. Cualquier parecido entre un central y lo que hoy ofrece Mangala es coincidencia. Su presencia en la plantilla, una broma y una tomadura de pelo a la afición.

Disfrutar

Mantengo la teoría de que, en el caso de algunos entrenadores, las lesiones son el mejor remedio para que no hagan tonterías. La falta de alternativas, así, le ha venido de perlas a este Valencia, que desde que cayeron Cheryshev y Kondogbia ha empezado a jugar al fútbol de maravilla. Está el equipo, además, inspirado en ataque. Lo estuvo incluso ante el Chelsea, al que no goleó por esas cosas que a veces suceden. Lejos queda ese aburrimiento miserable que ofrecía Marcelino y que a algunos encandilaba. Ayer de nuevo se vio un Valencia que salió a ganar, sin el freno de mano puesto, atacando al galope tendido. Todavía en el mundo quedamos los que preferimos esto. Mejor morir con el cuchillo entre los dientes que vivir como un buitre esperando a que fallen los demás.