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Hamilton, el héroe y el villano de Silverstone

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La pista de Silverstone volvió a ser una fiesta de orgullo nacional para los ingleses. Por poco, los italianos estuvieron a punto de aguarles la fiesta. Un sorprendente Ferrari lideró la carrera hasta las dos vueltas finales pero, como todos sabíamos antes de comenzar la prueba, los monoplazas de Maranello no son por el momento rivales de los Mercedes. Poco importaba eso a los miles de espectadores que –con PCR o vacuna pero sin mascarilla– en la grada jaleaban al héroe nacional que culminaba una remontada épica. La fiesta acababa con el piloto británico ondeando la Union Jack.

Toda esa magia y heroísmo por parte de Lewis llegaba después de una actuación no tan gloriosa. Al de Mercedes se le atragantó el sábado la clasificación al esprint. Verstappen le robó la cartera en la salida, le arrebató la primera plaza y un escaso punto de diferencia. Pero especialmente dejó a Hamilton con un amplio gesto de “madre mía Max” en una pista en la que se esperaba que Mercedes machacara a los RedBull.

Toda esa decepción calentaba al inglés antes de la salida de carrera. Los primeros kilómetros fueron de infarto y terminaron como suelen acabar cuando dos grandes se juegan la fama y la gloria a más de trescientos kilómetros por hora: Max impactó contra la barrera con una deceleración de 51 puntos de fuerza g, acabó en el hospital y con un cero en el casillero. Tras el choque, la bandera roja y la polémica sobre si penalizar o no a Hamilton en casa.

La norma de que las batallas en la primera vuelta son la excusa para disculpar sanciones no le sirvió a Lewis esta vez. Metió la rueda a cuchillo y le cayeron 10 segundos. La suerte del inglés fue que su agresivo movimiento no solo acabó con su rival, también destrozó la barrera. Así, la bandera roja le sirvió al de Mercedes para no perder ni un segundo reparando su alerón. Tras el incidente fue imposible no pensar en Senna y Prost en Suzuka 1989. La gran diferencia en 2021 es no tener a un dictadorzuelo como Balestre – Dios lo tenga en su gloria– de presidente. Lo que no sabemos es si Max le ha tomado la matrícula a Hamilton y piensa ya en devolverle la jugada, como hizo Senna con Prost en 1990.

Quizás lo más duro de digerir es que con la banderita en la mano Hamilton se presente como la víctima. “Tanto si estoy de acuerdo con la sanción o no –decía Hamilton– no voy a dejar que nada me perturbe”. Ya te vale Lewis.

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