Fiebre por Bryan Gil

Ha sido llegar Bryan y quedar desacreditada cualquier tipo de justificación sobre irse a un estadio pequeño

Bryan Gil, frente a la Real Sociedad

Bryan Gil, frente a la Real Sociedad / JM López

Rafa Marín

Rafa Marín

No hay mejor termómetro que el de las gradas para medir la temperatura de los clubes y los equipos. Y la fiebre por Bryan en la de Mestalla es un buen diagnóstico sobre el estado del Valencia, sediento de buenos futbolistas y de ilusiones. Pese a la presión añadida a sus espaldas, máxime cuando de momento lo suyo no pasa de una cesión, las dos primeras sesiones del ‘Maradona de Barbate’ han bastado, por cierto, para desacreditar los planes de trasladarse en el futuro a un estadio más pequeño. Eso, claro está, si la madeja no sigue enmarañándose, una circunstancia ahora mismo muy en duda. Sin término medio entre el once más joven de la historia y las gestiones para fichar a un veterano como Joselu, no es ningún secreto que de la política deportiva depende directamente la social y la económica. Y tampoco lo es que haber alineado a más de 30 futbolistas en lo que va de temporada es antes un defecto que una virtud en lo que a la planificación se refiere. Más allá de los beneficios y las pérdidas en los balances, la sostenibilidad de un equipo histórico como el valencianista debe de pasar por los jugadores, por el entrenador y por la gestión responsable de su máximo accionista.

Peñarroya

No es fácil atinar con un buen técnico porque además de serlo y demostrarlo también tiene que saber el terreno que pisa. Que se lo digan al Valencia con Bordalás o a un Levante al que la broma de ir dando tumbos va a costarle un descenso. En contra de la opinión de que los jugadores se entrenan solos y que la gestión de las plantillas llega por ciencia infusa, el día a día demuestra que la dirección técnica es diferencial sea cual sea el deporte. Por supuesto, también en el de la canasta. Que el Valencia Basket, aunque no antes de la Copa, esté planteándose un cambio de política en lo que respecta a su banquillo es un buen síntoma. Peñarroya es ese tipo de profesional que además de serlo lo ha demostrado y que en todo momento ha sido consciente del suelo que pisaba. Evitarse cualquier sobresalto confirmando su renovación sería una muy buena decisión de cara a que la ilusión que ha vuelto a brotar en La Fonteta tenga continuidad.