Desacierto

Mientras asumimos la culpa y el error, ¡Baraja, por tu madre, gana! ¡Lino, por la tuya también, enchufa alguna!

Lino, frente al Rayo Vallecano

Lino, frente al Rayo Vallecano / F. Calabuig

Sergio Arlandis

Sergio Arlandis

Va a tocar sufrir hasta el último minuto del último partido, visto lo visto. Y ojalá que no sea así, pero tiene pinta de que cada punto va a costar sangre, sudor y muchas lágrimas, porque el Valencia CF sigue con su pequeñita escalada (aunque haya mejorado muchísimo otros aspectos), que de momento es insuficiente para despegarse del descenso, porque sigue costándole un mundo materializar en la portería rival y esto va de eso: de tener puntería y acierto cuando llegamos a los metros finales.

Será dura cada jornada (ya defendí la semana pasada que debes sacar, como mínimo 15 puntos en este mes de abril), porque no estamos acostumbrados a esta miseria, a esta lucha fratricida por sobrevivir. Es más, no estamos habituados a mirar a los equipos de abajo y rezar para que pierdan contra los de arriba. No me acostumbro, la verdad, a lo mejor Lim sí, vete tú a saber.

Porque podríamos decir que ese sí ha sido un mérito incuestionable de Lim: ha conseguido que el valencianismo pase de ver un Madrid-Real Valladolid, por ejemplo, y desee que el equipo merengón, que no lo tragamos, sea quien gane porque nos beneficia. No hace tanto nos hubiese alegrado y beneficiado que el Valladolid sacase un empate o la victoria (por 0-6, mejor) del Bernabéu, pero ahora lo único que podemos pedir es que el grande cumpla con su destino y devore al más pequeño, porque eso nos permite subsistir. Esa es la miseria más absoluta que toda esta gente, de dudosa competencia profesional, ha conseguido que sintamos ¿podemos caer más bajo? Imposible, porque no se trata de sacar tus resultados, sino de que estás en el vagón de atrás de La Liga ¡Excelente, Lim, Meriton, Layhoon, Corona, Kiat Lim…! Un éxito a añadir a vuestro laureado palmarés gestor.

Vamos a sufrir lo indecible. Bueno, ya sufrimos la tiranía de Meriton y su despótico gobierno, desafectado, singapurés. Pero más allá de esta pesadilla, vivida como un secuestro del club (donde nadie les quiere: NADIE), está la angustia de que cada minuto del partido parece jugar en nuestra contra ¿Acaso alguien puede reprocharle algo al equipo y a Baraja del pasado lunes? No, es imposible, porque lo dieron todo y hubo fases de buen juego, de eléctricos ataques, de contundencia defensiva (excepto con algunos despistes incomprensibles, claro), de entrega, de sacrificio total… pero luego venía la desazón de la falta de acierto, el desquiciante método Lino (genero mucho, resuelvo poco), los centros a la Nada, la solvencia rematadora, etc. contra el crono, contra el rival, contra sí mismos, contra la clasificación, contra Getafe, Español, Almería, Valladolid, Sevilla y Cádiz al mismo tiempo… contra todo ello jugamos; y contra la angustia interna de unos profesionales que son conscientes del peso que supone verse ahí, con ese escudo en el pecho.

Se nos va a hacer largo todo, lo sé, porque no tendremos partidos plácidos, donde apenas nos juguemos ya nada. No tendremos una calma que echo de menos. Claro está, sí creo en la teoría de los reflejos y esa sensación, esas emociones tan opresoras son reflejo de lo de arriba, de los que mandan, ordenan, ejecutan, maldeciden, piensan (no mucho, lo justo para no parecer un caballo en una cabalgata y no hacer lo que hacen). Pero prefiero ahora estar al lado del equipo y de su entrenador, porque solo ellos tienen la llave de la salvación este año, aunque el club esté condenado a vagar como alma en pena: no sé si hay opciones de cambiar algo, poco o nada, o si ya estamos cayendo, en verdad, hacia el abismo, sin alas. Cada vez tengo más claro que el club no se ha caído, sino que, desde mucho tiempo atrás, lo han empujado. Asumamos la culpa, el error, la torpeza y el desacierto. Mientras tanto, ¡Baraja, por tu madre, gana! ¡Lino, por la tuya también, enchufa alguna, hijo!

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