En las antípodas

No quiero lanzar las campanas al vuelo, pero España está al nivel de las americanas

Las jugadoras de la selección celebran uno de los goles contra Costa Rica

Las jugadoras de la selección celebran uno de los goles contra Costa Rica / PABLO GARCÍA/RFEF

Juan de Dios Crespo

Juan de Dios Crespo

No es esta una crónica corriente de derecho deportivo, sino que me encuentro en Nueva Zelanda, en el Mundial FIFA femenino y desde aquí voy a dar una visión personal de lo que está ocurriendo aquí abajo.

Sabemos ya todos de la importancia del fútbol femenino, que se abre paso a golpe de buen hacer y de apoyo institucional, de patrocinadores y de aficionados. Aquí, en Aotearoa, el nombre maorí del país, no se juega mucho al fútbol, sino sobre todo al rugby, con los famosos All Black y, antes, también mucho al cricket. De hecho, el campo donde se inauguró el mundial, el Eden Park, fue inicialmente, allá por el inicio del siglo XX, un estadio de ese deporte británico, trasplantado a sus variadas colonias.

Pero el fútbol avanza, tanto porque se le empieza a conocer como por la llegada de muchos inmigrantes iberoamericanos que traen consigo el gusanillo que no quieren perder, aun a miles de kilómetros de sus tierras. Pues bien, el día de la inauguración, el campo estuvo al 99%, casi repleto, para ver a las anfitrionas, unas noveles en esto del fútbol, ganarle a Noruega, un país asentado en nuestro deporte.

El público es aún poco conocedor de las reglas y, en los saques de esquina contra las kiwis, se desgañitaban gritando «defence, defence», como si de un partido de baloncesto se tratara. Bueno, eso es que han visto mucha NBA, pero se les perdona, aunque bien pensado podría ser un nuevo grito futbolístico. En el terreno, muchos nervios por el comienzo del campeonato, mucha dureza, o a mí me lo pareció, y contentos los anfitriones y la FIFA, a la que le gusta que los de casa sigan siempre lejos en sus torneos.

Llegados de Valencia a 33 grados y bajar del avión con abrigo y con nueve no es una aventura que recomiendo, pero uno se acostumbra, si bien el Eden Park se asemejaba al Nuevo Zorrilla, el ‘estadio de la pulmonía’. No es lo que tengo, pero un catarrito sí que he cogido. Al día siguiente, vuelo a Wellington, la capital del país, para ver debutar al equipo español.

Había ganas, porque se estaba aún pensando en las heridas de las 15 que se fueron de la selección, aunque alguna ha vuelto para esta competición. ¿Qué equipo veríamos? Pues he de decir que me gustó y mucho, España, bien plantada, con una táctica adecuada, una técnica envidiable y tres goles que pudieron ser muchos más a Costa Rica. Un debut que ha valido la pena y en el que no se ha notado ninguna grieta por los acontecimientos anteriores.

Y hoy, ayer para ustedes, vi a Estados Unidos contra Vietnam, y esta vez no en una guerra y las asiáticas algo flojas. No quiero echar las campanas al vuelo, pero creo que España está, al menos, al nivel de las americanas. Vamos a ir viendo cómo se defienden contra las japonesas, que será otro cantar.

Estar en las antípodas no es extraño, porque tanto Auckland como Wellington parecen salidas de épocas victorianas, con sus casitas ajardinadas, sus cementerios en la ciudad, sus puertos y aduanas decimonónicos, y aunque la emigración y los maoríes cuentan, la mayor parte de su población son igualitos que los británicos de aquí… En fin, que me está gustando este mundial femenino y recomiendo que vean algún partido por televisión. 

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