Un beso y un adiós

Al triunfo en el campo hay que añadir uno aún más importante: no haber dado un pasó atrás en la igualdad

Rubiales y Jenni Hermoso antes del beso

Rubiales y Jenni Hermoso antes del beso / HANNAH MCKAY

Rafa Marín

Rafa Marín

Desde que se agarró los genitales cual primate en el palco, cada paso de Rubiales ha sido un nuevo clavo en su ataúd. Ya que el beso a Hermoso se lo plantó sin consentimiento libre y previo, trató de obtenerlo a la fuerza y a posteriori. Siguió confundiendo la libertad con libertinaje al cargar a hombros a una futbolista como si fuera un trofeo. Lo coronó llamándonos «tontos del culo» y «gilipollas» a todos a los que nos pareció inaceptable.

Y lo remató pidiendo perdón obligado y porque no le quedaba «otra». Días después, acorralado pero sin ser aún consciente de sus actos, tampoco se dio cuenta de que empezaba a quedarse solo y con todas sus narices convocó una Asamblea Extraordinaria para intentar reafirmarse y legitimarse en el cargo. Planeaba incluso suspenderse temporalmente a sí mismo hasta que pasara el temporal. Sin embargo, nada de eso ha colado. Con el comunicado de FutPro en nombre de la víctima y el expediente de FIFA ya no tenía nada que hacer. Los clubes lo abandonaron y hasta sus fieles pretorianos empezaron a ponerse de perfil ante la presión de todos los órdenes y desde todos los flancos para que su desvergüenza no quedara impune. Nadie se atrevió a romper una lanza por él, ni siquiera uno de sus vicepresidentes, el valenciano Salva Gomar, que como tantos otros confirmó su asistencia al plebiscito pero haciendo mutis por el foro y reservándose su opinión.

O se iba o lo echaban y Rubiales, con cinco jornadas de retraso, se venció a mitad de tarde. Punto final a uno de los episodios más oscuros y tristes de la historia del fútbol español y a una presidencia marcada por la polémica. Cualquier otra salida habría sido un cierre en falso porque lo que estaba en juego no era un cargo sino un paso atrás en la carrera por la igualdad de género y contra la caspa que tanto cuesta de sacudirse en un país como España. Así que al triunfo en el campo que desgraciadamente se ha visto eclipsado ahora hay que añadir uno más importante. Es muy bueno para el deporte y la sociedad que Rubiales haya quedado como un paria, presa del mayor descrédito posible. Un aviso para navegantes de cara al futuro. Enhorabuena por el logro. 

Suscríbete para seguir leyendo