Ruge Mestalla

Por fin tenemos gente que siente cómo le vibra el alma el alma cuando se pone esa camiseta

Mestalla estalló en su último partido con la victoria del equipo, que significaba la segunda seguida del curso

Mestalla estalló en su último partido con la victoria del equipo, que significaba la segunda seguida del curso / F. Calabuig

Sergio Arlandis

Sergio Arlandis

Nadie puede adjudicarse la potestad de decirle a los demás qué deben o no deben hacer. Yo no diré al sabio público de Mestalla cómo, cuándo y a quién aplaudir cada vez que acuda a llenar con su presencia y su voz unas gradas que siguen destilando esa particular magia que tanto marca el centenario estadio valencianista. Entrar y sentirte parte de esa fiesta que debe de ser el fútbol tiene precio (porque se lo han puesto en las entradas y en los pases), pero en verdad es algo emotivo, no cuantificable. Y ahí uno se siente libre de silbar, aplaudir, alentar. Lo de insultar ya no lo veo tan bien, para qué mentir.

Creo, sinceramente, que Mestalla no debe escatimar aplausos a esta gente que se pone nuestro escudo en el pecho y salta al campo a darlo todo. Y, además, quiere hacerlo aquí. El caso Canós, junto al de otros, es más que ilustrativo. El de Baraja también lo es, porque hay que tener el valencianismo muy bien asentado como para coger este toro por los cuernos y convencernos a todos de que se podrá con él. Por fin tenemos gente que siente cómo le vibra el alma cuando se pone esa camiseta. Por fin.

Digo esto solo desde el convencimiento de que a golpe de animación este equipo crecerá adecuadamente y como corresponde, ya que las circunstancias han mostrado todo lo contrario hasta la fecha. Solo se me ocurre eso: que nos pasemos (y digo «nos» porque yo ando también en esa grada con mi hijo) el partido insuflando energía a los nuestros, agradeciendo cada jugada, salga o no salga bien…quien se ha vestido de corto sabe que ese ánimo, incluso cuando no sale la cosa, te da una fuerza inimaginable, que permite levantarte del error y de la frustración y te da alas o te empuja a seguir intentándolo. Por supuesto, las quejas están permitidas, siempre con respeto, pero también con exigencia para que ese respaldo sea bien entendido: el ego, a veces, nos juega malas pasadas y nos creemos algo que, en verdad, no somos, aunque nos lo hayan hecho creer. Nadie es imprescindible, pero juntos podemos ser importantes.

Y dentro de ese «juntos» está ese infatigable jugador número 12 que es la afición del Valencia CF, que ha vuelto a dejar a todo el mundo sin argumentos de crítica, acudiendo en masa a sacarse (o renovar) su pase. El año pasado, desde intereses de todo tipo y con torticeras maneras, se quiso manchar a toda una afición, de la manera más cruel e injusta posible. Por cierto, el otro día en El Sadar precisamente se le gritó al unísono a Sancet aquello del «tonto, tonto». Desde luego, no comparto la acción, es más, la condeno, pero no sé si otros escucharon otra cosa, muy distinta y lo han denunciado en todos los medios. Hasta donde yo sé, ni un comentario al respecto. No es bueno insultar. No se debe insultar. Manipular y tergiversar, tampoco y a la afición valencianista se le tachó de lo que no era.

Ya hemos jugado en Mestalla esta temporada cargada de incertidumbres. Ya hemos activado la magia de nuestro maltratado estadio. Ya hemos llenado la tarde valenciana de cánticos, de choques de manos, de abrazos eufóricos, de comentarios sobre este y aquel, de sugerencias al técnico, de discrepancias con aquello otro, de reproches a una propiedad que sigue sin ser clara a la hora de exponer qué quiere de este equipo y de su afición. Ya podemos sentir ese hervidero de emociones que es nuestro centenario campo. Ahora toca hacernos sentir en todo el mundo, haciendo que vibre hasta el último de los asientos, y que cualquier equipo sepa que aquí va a sufrir porque no solo están nuestros chavales mordiendo por el equipo que les ha dado todo, sino porque el equipo (hablo de su afición, todos los demás siempre están de paso) lo va a dar todo por ellos. Amunt València…que vean cómo ruge Mestalla.

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