Los horrores y errores del VAR

El Ciutat volvió a asistir atónito a otro despropósito de un sistema en el que nadie cree

Vezo protesta a Cordero Vega durante la revisión del gol de Bouldini

Vezo protesta a Cordero Vega durante la revisión del gol de Bouldini / F. Calabuig

Juanma Romero

Juanma Romero

Días de impotencia y de rabia. Así está transcurriendo esta semana después de la ingrata experiencia que nos dejó el partido entre el Levante y el Villarreal B del pasado martes. Al margen de tener que afrontar el duelo en un horario inapropiado, con nada qué hacer, el VAR y Cordero Vega se encargaron de llenar de enfado y malestar el vaso del seguidor granota. La acción del gol de Bouldini, sí el gol, porque fue cristalino, demostró la inoperancia de un sistema que se ha quedado sin adeptos y que ha vuelto a dejar en manos de la arbitrariedad la falta de criterio y la toma de decisiones de los teóricamente jueces del fútbol. Los seis minutos tomados en la revisión del tanto son una aberración y una falta de respeto al aficionado, mostrando las muchas derramas y pérdidas de un sistema del que sorprendentemente desde las altas instancias arbitrales defienden con orgullo y sin ningún tapujo.

La imagen de la línea es tan válida como la que pudiéramos trazar cualquiera de nosotros, muy lejos de lo que debe mostrar un VAR en el que clubes profesionales se juegan mucho en cada partido. La anulación del gol de Bouldini es demencial, impropia de la liga española y una burla a todos los que ese martes por la tarde, en hora difícil, se acercaron al estadio con la ilusión de ver ganar a su equipo. No es justo y hay que llegar más allá. Las redes sociales granotas exhibieron ironía, y el comunicado algo más de firmeza, pero hay que intentar llegar hasta el final, porque la causa es honesta. No es menos cierto que soy de los que piensan en las represalias, pero mucho peor no puede ir, y el daño causado puede tener un efecto de tsunami. En una competición tan igualada cualquier punto puede marcar el devenir deportivo, económico y social de una entidad. No debemos mirar muy lejos para saberlo. Y es que el VAR se está convirtiendo en una cámara de los horrores para el Levante. La tan manida acción de Róber Pier provocó una punzada de las que no se olvidan y esta más reciente, ojalá se quede en una anécdota pasajera. Mi duda con todo esto, es cuándo puede llegar la siguiente, porque desgraciadamente la amenaza es muy real. Nos han hecho ateos de un método que llegó para ser justo pero que pierde su filosofía a su antojo, que no ha sido didáctico, porque muy pocos lo entendemos, y que deja al árbitro a la altura del betún, cuando debía ser su protegido. Agotador y frustrante. Espero que no hagan que descreamos del fútbol, porque camino llevan.

Hoy toca reválida compleja en Albacete. Desde la ciudad manchega resuenan sables tras la eliminatoria del pasado curso en la que el Levante alzó la bandera de la suficiencia e implantó la ley del más fuerte. A nivel seguidor de red social, se ha querido llevar este encuentro a una rivalidad que no es pertinente más allá de los deseos deportivos de ganar. Convertir el Carlos Belmonte en una hoguera para el Levante es lícito para el club albaceteño, pero hay que pedir que esa línea de competitividad quede únicamente enmarcada en el fútbol y no en más cosas. No le interesa a nadie. El partido cerrará un triángulo de tres partidos en una semana en la que se han sumado dos puntos de los seis posibles. Ponerle un broche digno está en las botas de los de Calleja en una clasificación asfixiada en puntaje y equipos.

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