Jura de la Constitución

'Frozen' para adultos

Empieza la carrera para decidir si España tendrá antes una Reina o una presidenta del Gobierno

Matías Vallés

Matías Vallés

España ha escenificado con gran boato un cuento de princesas disfrazado de cuestión de Estado, un ‘Frozen’ para adultos con dos hermanas inseparables que asumen el protagonismo del Reino bajo la tutela de sus padres vigilantes. El espectáculo del enésimo juramento de Leonor de Borbón Ortiz, que algunos disfrazan de

, se vio deslucido por la excesiva militarización del acto.

Por no hablar de la empalagosa narración de los medios oficiales, que hubieran rociado con la misma prosa azucarada a cualquier otro candidato, incluido Froilán.

Mientras RTVE critica a mamporros a los nacionalistas por liberarse de la exhibición armada, una banda por supuesto militar interpreta el pasodoble ‘Madrid’, por si existía alguna duda sobre la naturaleza castrense y centrípeta del acto. Por fortuna, nada que no pueda arreglarse eliminando el sonido de la retransmisión.

Se acusa a los

para complacer a sus votantes. Por tanto, las formaciones políticas asistentes también deben cumplimentar a sus electores con el entusiasmo de ordenanza. Por ejemplo, el PSOE republicano siempre ha cargado la monarquía sobre sus espaldas, y utilizó la atmósfera palaciega que revestía al Congreso de decoración desmochada para endulzar la investidura deSánchez. Sibilinamente, la amnistía parecía más digerible por el entorno. El sacrificio regio de los socialistas persigue una recompensa, y cuando el presidente delGobierno resume que «el futuro se escribe con las decisiones que tomamos», desnuda la petición de un bálsamo para su perdón más comprometido.

En realidad, el rechazo a la jura/coronación desde PNV a Esquerra no demuestra tanto la pujanza de los partidos nacionalistas como la evidencia de que Juan Carlos I era mucho más Rey en 1986 que Felipe VI en 2023. De ahí el peso abrumador de la ausencia del restaurador de la dinastía, en el día de la consolidación de su legado. Máxime cuando se halla en Madrid camuflado como Santiago Carrillo en los albores de la transición, para participar en el convite por la puerta de servicio.

En el fragmento civil de la ceremonia, la siempre espontánea Francina Armengol pronunció un discurso acertado por huir de la pompa a que invitaba la ocasión. La intervención de la presidenta republicana del Congreso contenía una bomba dialéctica, la ausencia de un reconocimiento explícito a la Corona o de una subordinación a su estructura durante la única intervención política de la mañana. La política socialista agradece contradictoria a la heredera una presencia en la cámara a la que viene obligada por la Constitución, no cabe fichaje por elMadrid sin el preceptivo reconocimiento médico.

Se alegará que cuesta celebrar a un Juan Carlos I inhabilitado por su propia familia, pero Armengol ni siquiera se refugió en la abstracción monárquica. A cambio, encadenó dos menciones a la «soberanía popular».

El azul Francia que eligió como color dominante viene disculpado al ser compartido por la Reina Letizia. Y dado el escaso fervor por la Corona, se entenderá que el grito de ordenanza «Viva elrey» se desdibujara en un susurro bergmaniano en labios de la dignataria socialista.

Nadie va a presumir de ser la primera Reina desde Isabel II, coronada a los diez años. De ahí que la princesa Leonor prescindiera de referentes en una alocución desprovista de referencias sentimentales. Se mostró cortante, definitiva, sin un atisbo emocional, demasiado próxima a la princesa de hielo de ‘Frozen’. La heredera arrastraba la dificultad de expresar públicamente la fidelidad al Rey, dado que se trata al fin y al cabo de su padre. La España que derrocó a Juan Carlos I tras haberlo idolatrado contempla analítica a su nieta, a falta de pronunciar el veredicto sobre la identificación popular con la princesa.

Curiosamente, el principal afectado por la competencia se mostraba especialmente relajado. Felipe VI se comportaba con la naturalidad de quien se ha quitado un peso de encima, en el mismo momento en que se oficializan las pretensiones de la única rival para su puesto de trabajo. El orgullo paterno se sobrepuso a la jerarquía, cuando se trata de conceder visibilidad a Leonor, pero tampoco demasiada. Se celebra «la continuidad» mencionada por Sánchez al condecorar a la princesa, pero sin comprometedora fecha de ejecución. Ha empezado la carrera para decidir si España tendrá antes una Reina o una presidenta del Gobierno,