Un portero bajo sospecha

Giorgi Mamardashvili, en una acción del partido contra el Real Madrid en el Bernabéu

Giorgi Mamardashvili, en una acción del partido contra el Real Madrid en el Bernabéu / EFE

Gauden Villas

Gauden Villas

Hay días en los que todo sale mal y eso es lo que pasó en el Bernabéu. Todavía a esta horas el Madrid se está preguntando cómo un partido que se estaba planteando como un ida y vuelta de incierto desenlace terminó en goleada. La respuesta la tienen Duro y Mamardashvili. El primero porque falló lo que un nueve no puede perdonar. El segundo porque quedó retratado una vez más y ya va la intemerata. El georgiano le puso a Vinicius en bandeja de plata la cabeza de todos los que seguimos pensando que el brasileño es uno de los futbolistas más desagradables que ha pisado España.

¿Ganó el Madrid gracias a Mamardashvili? Pues sí, oiga, claro que sí. Pudo hacer bastante más en el primero, se comió de manera grosera el tercero y le dijo a Rodrygo que por favor marcara el cuarto -y hasta el quinto- no se fuera a deprimir un poco más por su lamentable porcentaje goleador. Lo cual sienta especialmente mal porque el Valencia le estaba plantando cara al Madrid, con la grada haciendo ese runrún de las noches de cuchillos largos cada vez que Duro se quedaba solo delante de Lunin.

De Baraja no solo hay que halagar que sepa llevar a los jóvenes. Con la nómina de que dispone se plantó en el Bernabéu con toda la artillería, ni un paso atrás. Nada de complejos cobardicas o catenaccio pierdetiempo bordalasiano. Durante la primera parte Camavinga hizo mil kilómetros persiguiendo rivales de naranja que entraban igual por babor que por estribor. Los descuidos, de Canós que se fumaba un puro mientras Carvajal dejaba que el balón botara dos veces antes de empalar el primero, y Thierry que se sumó a la causa de Martin Luther Kingicius en el segundo, no tienen consecuencias contra el Alavés, pero el Madrid te mata. Sobre todo si decide salir con todo, como así sucedió ante un Valencia al que en la capital se le tienen especiales ganas. Pero los fallos en defensa son lances del juego, consustanciales al fútbol. No así que tu portero se convierta en un coladero al más puro estilo De Gea.

Una goleada, por tanto, que tiene poco que ver con otras de épocas recientes. Lástima que los partidos solo se jueguen una vez porque harto difícil lo iba a tener Ancelotti para volver a pegarse ese paseo triunfal. Esperemos que sirva de aviso y nos vemos en Mestalla ¿Para cuándo Doménech?

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