Sesión de investidura

Ken Sánchez es irrompible

El presidente del Gobierno devuelve "golpe por golpe", su leyenda inspira temor a los enemigos y pavor en el PSOE

Matías Vallés

Matías Vallés

Pedro Sánchez no avanza a lomos de su físico, sino precedido por una anatomía insultante en un vecino de los 52 años. Quiere impresionar corporalmente, a cuántos rivales habrá inducido a matricularse en un gimnasio con la vana ilusión de emularle. Los fotógrafos hostiles solo tienen que aguardar a su repertorio de poses de autoafirmación, para caricaturizarlo. Nada nuevo, no hay Suárez ni González sin el poder de seducción, hasta Aznar pretendía competir en la categoría de galanes.

Para hundir adicionalmente a su interlocutor, Sánchez lo saluda sin extender la mano propia, y tirando hacia sí de la ajena. De este modo, el saludado se encorva y aparece todavía más empequeñecido junto a un Ken de carne y hueso, mucho más huesudo que carnoso en esta segunda o tercera investidura según se llame a lo de Rajoy.

Nadie ha sido más apaleado que Sánchez en la España reciente, pero este Ken es irrompible. Su esqueleto le protege de la reducción a guiñapo. Los ingleses hablan de "regresar con una venganza", y el presidente de Gobierno afrontó la investidura como un catálogo de desquites. Su carcajada estentórea contra un amilanado Feijóo era la liberación freudiana de semanas de afrentas. Porque el líder socialista es el más odiado por quienes le odian, y el menos querido por quienes le quieren. Impone una distancia muy bien educada. Gracias a esta cautela, su invitado de turno no será triturado.

Un ejemplo. Isabel Díaz Ayuso suelta en el último mitin de su 28M triunfal que "a Sánchez ya no le vota ni Txapote", o que "Sánchez llegó con un pucherazo y se irá con otro". La líder intelectual del PP redondea el pasado domingo sus insultos completos, con la voluntad expresa de "devolver golpe por golpe". Y dado que confía menos que nada en Feijóo, "ya me encargaré yo".

Pocas bromas con Ken, que despedaza a Ayuso desde la única tribuna madrileña inalcanzable a la presidenta de la Comunidad. La aporrea en sesión de mañana y tarde en el Congreso, hasta que

. Misión cumplida, otro tic en el memorial de agravios.

Dan ganas de preguntarle a Sánchez por la última pasarela en que promocionó una marca de moda, pero en realidad es el único presidente del Gobierno que ha desfilado en la cola del paro. Al indestructible Ken lo lanzaron desde el último piso de la calle de Ferraz y no solo llegó al suelo ileso, sino que volvió a subir por la escalera para expulsar a los mercaderes del templo socialista.

La leyenda de Sánchez inspira un temor lógico a sus enemigos, pero un pavor irracional en el PSOE. No importa, el presidente-orquesta está capacitado para interpretar todos los papeles de la función. Cada ministro que incorpora a su Gobierno es más irrelevante que el anterior, su gabinete se puebla con seres anónimos que en dos años de cartera no llegan a ser conocidos ni por el veinte por ciento de la población. Cumplen su misión, no hacer sombra al protagonista único, aunque las mejores intervenciones de Sánchez en 2023 llevan la firma del impagable Zapatero.

El pánico puede ser más fructífero que la adoración, y sobre todo ahorra explicaciones. Este sentimiento no se circunscribe al círculo de fieles por obligación, sus enemigos también van sustituyendo la aversión por el terror. Feijóo empieza abofeteando incluso dialécticamente al candidato socialista pero, en su última intervención del miércoles de Dolor y con voz baja, reconoce que la investidura es legítima. Concede, en el argot del perdedor de las elecciones a la Casa Blanca.

La rendición es más clara todavía en el caso de Santiago Abascal. El caudillo de Vox agota las comparaciones satánicas, y

. Sin embargo, antes de empezar había contemplado a Sánchez riéndose de Feijóo como un Falstaff en plena forma. Y las tropas de Vox huyen despavoridas del Congreso para no sufrir la réplica del socialista, renunciando a otros diez minutos de contrarréplica para banderillearlo.

Ken y Letizia Ortiz son los cincuentañeros más alerta a sus físicos respectivos de España. Utilizan el envoltorio como una señal de distinción, no querrá usted competir con esta definición muscular. Tampoco conviene incurrir en el error de confundirlos con un cuerpo en busca de autor, su peripecia está empedrada por los cadáveres políticos de quienes les menospreciaron.

En el caso concreto de Sánchez, se ha desayunado a Mariano Rajoy (moción de censura de 2018), a Pablo Casado (dos generales de 2019) y ahora a Feijóo, con la humillación suplementaria de una investidura frustrada previa del aspirante gallego. Sin mencionar a Susana Díaz, para mantener una cierta seriedad en esta aproximación biográfica. Cuenta la leyenda, seguramente espolvoreada por Tezanos, que a Sánchez lo rescató el voto femenino de la hoguera del 23J. Igual que Suárez, igual que González.

La autoconfianza de Sánchez es irritante, pero no justifica el derroche de descalificaciones amontonadas durante las últimas semanas. La derecha le ha aplicado al presidente del Gobierno el mismo tratamiento que la izquierda estadounidense a Trump, con idéntico resultado fallido. El odio excesivo niega un resquicio de mérito al adversario, impide distinguir sus flaquezas, verificar que la ambición es el elixir que convierte a Ken en irrompible.

A día de hoy, Sánchez sucumbirá al independentismo catalán con el que pacta un provechoso desprecio mutuo. El presidente del Gobierno es mas centrípeto que Ayuso, el más allá de Madrid le suena a herejía, jamás se imaginó que su investidura dependería de citar a Salvador Espriu en ‘Dialeg’, que por supuesto pronuncia como palabra aguda en contra del original ‘Diàleg’. No es un error, se trata de sellar un desdén.

"Ken, autócrata, dictador, tirano, indigno". Este último párrafo se reservaba para consignar que solo falta tildarlo de "genocida", pero Abascal se encargó de equipararlo a Hitler ante el Congreso. Todo en balde. Ha periclitado la etapa de menospreciar a Sánchez, conviene empezar a tomarlo en serio, reconociendo tal vez que merece un respeto. Llegó al poder con 85 diputados, menos de una cuarta parte de los asientos de la Cámara, y ahí sigue. Irrompible y rompedor.