Una desconexión sanísima

Pensamiento positivo: estos inútiles me están jodiendo el día, pero al menos no están en el crucero de Neymar

El 'cruzero de Ney'

El 'cruzero de Ney'

Enrique Ballester

Enrique Ballester

Alguna vez, por algún extraño acontecimiento de la vida, me he perdido algún partido importante de mi equipo. En estos casos, si me cruzo con gente por la calle, enseguida pienso «estos no son de fiar, que no están viendo el partido», sin reparar que ellos podrían estar pensando sobre mí lo mismo.

Con el tiempo, he intentado juzgar menos a los demás y ser más comprensivo. En los últimos días, y sin necesidad de que juegue mi equipo, mi paciencia se ha puesto a prueba en un par de situaciones de tráfico. Las típicas escenas que en algunas culturas se resuelven sacando del maletero un hacha, una motosierra o un martillo, pero que yo, el nuevo Enrique, el Enrique más maduro, solventé encadenando profundos suspiros. Haciendo el bien y ayudando a la convivencia municipal y la paz mundial, hasta pensé en positivo: «bueno, estos inútiles me están jodiendo el día, pero al menos no están en el crucero de Neymar».

En el fondo, y al hilo, siempre he llevado fatal lo de puntuar las actuaciones de los futbolistas en la pieza que acompaña la crónica de los partidos. Suele haber poco margen para el matiz porque solo importa el número. De hecho, es un acto tan injusto como absurdo, porque desde la tribuna de prensa, fuera del campo y del vestuario, jamás dispondremos a tiempo real de los suficientes elementos de juicio. Ni siquiera manejamos los datos tan rápido: concretar en una cifra el valor de la actuación de un futbolista es simplemente un delirio. Es este un lamento recurrente en el oficio y quizá en la próxima jornada me atreva a escribirlo: «falló dos goles, cometió tres penaltis y fue expulsado, pero no sé si tiene algún problema familiar, mental o físico y, sobre todo, por lo menos no estuvo en el crucero de Neymar: aprobado, un 5».

El crucero de Neymar. Supongo que algo habréis oído, un concepto fantástico que evoca a aquel inolvidable cumpleaños de Ronaldo. Tecleo de memoria el menú de la cita marítima: tres días, tres fiestas temáticas, pasajes de miles de euros, una bolera, un cine, un teatro y un casino. Lo que se dice un plan tranquilo. Una desconexión sanísima para esta semana sin Liga. Diría yo que ideal para todos estos días tontos entre Navidad y Nochevieja, incluso, que nunca sabes muy bien qué hacer con los niños.

En realidad, nunca he estado en un crucero, y mucho menos en el crucero de Neymar, así que el nuevo Enrique, el Enrique más maduro, evitará juzgar en esta columna eventos de este tipo. Al mismo tiempo, igual me contradigo, porque aquí sí consideraría relevante una pieza periodística con las puntuaciones de los amigos de Neymar en el crucero de Neymar. Es un producto por el que pagaría una suscripción con gusto. Los clásicos: el crack, el dandy, el duro y vaya día. Muy mal se tendrían que dar las cosas para que suspendiera alguno.

No controlo el tema, ya digo, pero es verdad que una vez me topé con un cartel que anunciaba un crucero temático con música de los años 80 y era bastante terrorífico. Me imaginé a bordo, en los conciertos de aquellos grupos, sin opción para escapar, atrapado en medio del océano y rodeado de orcas, y bueno, en fin. No parecía bonito. 

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