Opinión

Las pinceladas de arte que requería la obra del ‘Pipo’

Baraja durante un partido del Valencia esta temporada en Mestalla

Baraja durante un partido del Valencia esta temporada en Mestalla / JM LÓPEZ

André Almeida ha sido agua de mayo en pleno mes de abril. Después de unas semanas en las que la capacidad ofensiva del Valencia había entrado en una sequía preocupante, la pierna derecha del liviano jugador portugués la ha refrescado. Su pie sutil envió dos dardos en el centro de las dianas de Granada y Osasuna para encadenar victorias lejos del calor de hogar de Mestalla y situar al equipo en las tan anheladas posiciones europeas. La calidad y clarividencia del volante de Guimaraes son virtudes que escasean en la plantilla, debilitada, que Meriton le regaló a Rubén en las ventanas de fichajes de verano e invierno. Y, como sucede en el mundo natural, el mineral que menos abunda acaba siendo el más necesario. Nadie puede discutir el papel fundamental desarrollado por Mamardashvili, Mosquera y Pepelu en la temporada del Valencia, pero a la columna le estaba faltaba la vértebra que conectase con la última pieza, Hugo Duro. Los goles del delantero madrileño han ido haciendo bueno -mejor todavía- el excelente rendimiento defensivo de todos. Almeida, como escribe Vicent Chilet, ha agarrado la brújula del grupo blanquinegro, desnortado de medio campo hacia arriba, cuando la pólvora de su ‘9’ comenzaba a fallar en un curso en el que Javi Guerra está pagando el precio -y las vigilancias tácticas- de la fama. Todos ellos, incluido el de Gilet, con los remates en los lados de José Gayà y Fran Pérez, conforman la espina dorsal de la obra que de la nada ha ido creando el ‘Pipo’ Baraja. Pero miedo me da pensar cómo Lim es capaz de derruirla en cuestión de un verano.

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