Aizcolari. Según el diccionario de uso del español de María Moliner —al que soy adicto desde mi más tierna infancia—, dícese de aizcolari del hombre que practica el deporte tradicional vasco de cortar troncos con un hacha. Son tipos duros, fuertotes, nobles, entregados a repartir hachazos a toda castaña con tal de cortar el tronco antes que sus rivales. Comen bien, potente, chuletón tras chuletón. Y se caracterizan —los aizcolaris— de ser individuos que van de frente, fieles a su entorno, buena gente, de esos que una vez se cuelan en tu vida, ya se quedan para siempre. Pues bien, yo a Aritz Aduriz lo veo un poco así, aizcolari bueno, honrado, sabio en el campo... un tipo de esos que no da un ruido y encima tiene una capacidad enorme para hacer equipo. Aduriz —que rompió ayer su silencio en SUPER para alegría de todos los que nos consideramos ´adurizistas´... yo el primero— al final afirma que se queda en el Valencia dispuesto a darlo todo y a ser posible por muchos años. Y yo me alegro. Si les soy sincero, veía a Aduriz más cerca del Athletic Club —nunca digan ´el Bilbao´, el Athletic es el Athletic— que de seguir en el Valencia. ¿La razón? Pasen, pasen y lean, que se lo explico para que compartan conmigo el ´sufrimiento´ que he padecido en estas últimas semanas.

Elecciones vascas

Miren, uno de los indicios —existen al menos un par más de indicios que les comento más adelante— más clarividentes decía que en el Athletic se iban a producir elecciones a la presidencia —recuerden que el Athletic no es una sociedad anónima y por lo tanto en el equipo vasco mandan los votos de los socios y no el de las acciones— y que los dos candidatos que optaban al puesto de presidente tenían a Aritz en su agenda. Tanto Macua como Urrutia dejaron que el aroma inconfundible del fichaje de Aduriz se extendiera por todo el territorio vasco. Aritz es delantero, ya saben, y las posibilidades de que el Athletic fiche a algún delantero de garantías se produce con cuentagotas por la particularidad nacionalista del conjunto rojiblanco. Al final Urrutia ganó las elecciones... pero Aritz se queda en casa. Un indicio que al final no significó nada.

El señor Gameiro

Otro indicio, el segundo, que nos indicaba que Aritz pudiera hacer las maletas para volver a tierras vascas tenía mucho que ver con la incorporación de Gameiro a la disciplina del Valencia. Si Gameiro hubiera dicho sí, estaba claro que Soldado era inamovible y que Jonas —apuesta del departamento técnico— tampoco se iba a mover. Así las cosas, todos los tiros y miradas apuntaban a la salida de Aritz. Ahora bien, como todos ustedes saben, al final Gameiro hizo caso a Laurent Blanc y de forma ´traidorzuela´ dejó tirado al Valencia. Desvanecido el segundo indicio, las posibilidades de que Aritz siguiera entre nosotros comenzaban a crecer.

Suplente final

El tercer indicio, y último al menos para mí, que hacía sospechar que Aduriz no iba a seguir tenía mucho que ver con lo sucedido la campaña anterior con Villa y Silva. Ambos —Villa y Silva— dejaron de ser titulares en los últimos partidos del campeonato ante la inminente venta a otros clubes y en previsión de que una lesión frustrase la entrada de ingresos a las depauperadas arcas blanquinegras. Pues bien, eso mismo pasó con Aduriz la pasada campaña. ¿Si estaba previsto un traspaso? Lo desconozco y no sólo lo desconozco, sino que en estos momentos me importa un pepino. Lo importante es que los tres indicios que nos hacían sospechar que Aritz iba a ser traspasado al final no han servido para nada y la realidad nos indica —según palabras del propio Aritz— que tenemos Aduriz para rato. Me alegro. No todo el mundo puede presumir de tener en sus filas a un aizcolari noblete, profesional y trabajador. Una suerte para el Valencia.