El valiente técnico del Valencia ha recuperado en la cuarta jornada parte del crédito perdido en las tres primeras. Pero tendrá que acertar como con Wass y ganar muchos partidos como el de la Real Sociedad para sostenerse. A cinco días de que cierre el mercado, su horizonte es un campo de minas que no sólo abona la propiedad con su ineficacia. Y es que a las dificultades conocidas por todos se suma la ingenuidad del propio Javi Gracia cada vez que agita el ambiente por los fichajes. Por mucho menos cayó Marcelino y nada hace pensar que con él vaya a ser distinto, sobre todo si su bagaje en el banquillo no le acompaña.

Gracia es un tipo de carácter y hasta una bendición en comparación con Celades, que para lo que a estas alturas ha salido a decir más vale que hubiese seguido callado. Y es un buen entrenador, con el conocimiento suficiente para saber a qué jugar y a qué no. Pero también es un blanco fácil, el más débil de todos. Mientras que de Murthy y su insensata escalada de conflictos nadie en su sano juicio espera ya nada, las expectativas sobre Gracia amenazan con convertirse en insoportables. Dicen que cuando uno da lo que tiene no está obligado a más pero eso no vale para los que ocupan cargos como el suyo, un mostrador abierto y continuo un día tras otro a la crítica. Sin padrino que lo proteja en Singapur, a él lo que se le pide es que saque rendimiento a la plantilla, no que la haga y ni siquiera que ayude en esa labor a los torpes que se encargan.

La realidad es tan evidente que Gracia no necesita coartadas sino eficacia. Es la única manera, junto a los resultados, de no alimentar las intrigas palaciegas que existen desde mucho antes de su llegada. Aquellos tiempos en los que el técnico del filial pesaba estratégicamente más que el del primer equipo en vistas de un posible salvoconducto regulado por contrato. Un periodo en el que al vencedor del eterno casting, fuese quien fuese, se le vaticinaba lo que ya ha pasado. Que a las primeras de cambio tuviese una cerilla en las manos.

Criticar lo que no ha pasado

El fútbol es caprichoso y así como a Javi Gracia se le escudriña al detalle por lo que hace y dice, a Paco López y el Levante se les critica por lo que no ha pasado y tal vez nunca pase. El técnico de Silla estaba ya soportando las consecuencias de una derrota ante Osasuna con la que el equipo habría continuado con cero puntos hasta finales de octubre. Una condena segura al descenso con la que el club iba directo a la ruina. Porque en Segunda, como sostienen los que desconocen todos los detalles, no habría manera de devolver los 60 millones.

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