Ciclismo

Enric Mas se cae y abandona el Tour a las primeras de cambio

El líder del Movistar se estampó en la bajada del Vivero, cuando quedaban 26 kilómetros de una etapa, junto a Richard Carapaz, que acabó la etapa pero también deja la carrera

Adam Yates es el primer líder del Tour de Francia

Adam Yates es el primer líder del Tour de Francia / TOUR DE FRANCE

Sergi López-Egea

Todo eran sonrisas a las puertas del autobús del Movistar aparcado al lado del estadio de San Mamés. No estaba Eusebio Unzué, el mánager, porque este sábado se casaba en Girona el hijo mayor de su hermano Juan Carlos, enfermo de ELA. En cambio, sí estaban los otros jefes y todos se mostraban alegres por la cara, por lo que decía y transmitía Enric Mas, que sólo eran buenas sensaciones. "¿Por qué no pueden ser alcanzables Vingegaard y Pogacar?", repetía el corredor mallorquín, el jefe y el alma del conjunto de Teléfonica. Y en la bajada del Vivero, a 26 kilómetros de Bilbao, se dio el gran trompazo. Abandono, adiós a las ilusiones, adiós a todo.

Vizcaya, convertida en una fiesta popular, se ponía su mejor careta ciclista, Adam Yates ganaba junto al santuario de la virgen de Begoña y se vestía de amarillo… y Mas llegaba al hospital para hacerse unas placas en su hombro derecho. Caras largas y casi ganas de llorar, siete meses de preparación a la basura para demostrar que el ciclismo muchas veces es un deporte cruel. Seis años antes, en Düsseldorf, había pasado una cosa parecida cuando a las primeras de cambio Alejandro Valverde se estampó contra las vallas del circuito de contrarreloj y se rompió la rodilla con tal gravedad que si le ocurre a otro cualquiera cuelga la bici y se dedica a otro asunto.

De buen humor

Mas estaba de buen humor, optimista y con esas mariposas en el estómago tan común cuando quedan pocos minutos para que empiece un Tour. Y hasta se permitía reñir al periodista por no haberlo saludado hace unos días mientras ascendía entrenado por Els Cortals d'Encamp, una de las montañas más duras de Andorra, donde vive. Se le explicaba que uno había querido ser discreto porque él estaba trabajando y preparándose para la ronda francesa y que en pleno esfuerzo era mejor no molestarlo. Nadie podía intuir lo que iba a ocurrir.

Rodaba feliz porque ya había dicho que las carreteras vizcaínas eran como su casa de Artà, en el norte de Mallorca, donde viven sus padres, y porque en Euskadi se celebran la mayor parte de las carreras que sirven de formación a los corredores que como él, era más joven, desean hacerse profesionales.

El descenso

En un descenso siempre se rueda a velocidad de vértigo, fácil a más de 60 por hora. Se separan más porque ir pegado a la rueda del rival o compañero es un riesgo considerable. Ya había superado ese pánico que le condujo hace un año a contratar los servicios de un especialista en bajadas y a sentarse a hablar con un psicólogo deportivo. Y es que 2022 fue angustioso para Enric. Se cayó en las bajadas de la Tirreno-Adriático, de la Itzulia y del Critérium del Dauphiné. Llegó cruzado al Tour, pero en la Vuelta, que acabó segundo y que ahora pasa a ser el objetivo de 2023, era un ciclista distinto y el único que luego en Italia le plantó cara a Pogacar. Lo ganó en el Giro de Emilia y fue segundo en Lombardía, batido por el fenómeno esloveno en el esprint final.

El precedente de 1989

En el descenso del Vivero tropezaron las ruedas de Mas y de Richard Carapaz. Al suelo. Los que iban detrás trataron de no arrollarlos y enseguida un gendarme, de los que ayudaba a la Ertzaintza, se colocó para avisar que había corredores lesionados. Yvon Ledanois, su director en el Movistar, intentaba sin éxito esconder la angustia, miraba si lo animaba. No había nada que hacer. El 'maillot' blanco de Mas aparecía manchado de tierra y su cara denotaba el dolor, minutos antes de que la organización del Tour anunciara el abandono. Un palo enorme para el Movistar… y nada menos que en la etapa vizcaína. El ecuatoriano logró terminar la etapa, pero tampoco seguirá en la carrera.

Unzué, hasta este sábado, sólo se había perdido una salida del Tour. Fue en Luxemburgo, en 1989, el día que Perico, que también fue su pupilo, se despistó, se perdió por las calles y dijo adiós a repetir el triunfo de un año antes en París. Un drama que desgraciadamente ensombreció la gran fiesta popular con un País Vasco entregado al Tour, una carrera que cada año, por una causa u otra, se cruza como un gato negro en la carrera del corredor mallorquín.