Ciclismo

Pello Bilbao rompe la maldición española en el Tour

El ciclista vizcaíno logra la victoria después de 101 etapas sin un triunfo español y asciende a la quinta plaza de la general

Sergi López-Egea

Fueron muchas emociones porque Pello Bilbao quería ganar la etapa inicial que pasó por su casa. Se acordaba de su amigo Gino Mäder, que se mató el mes pasado en la Vuelta a Suiza. En el podio miró al cielo y le dedicó la victoria. 101 etapas después, desde el 21 de julio de 2018, cuando otro vizcaíno, Omar Fraile, ganó en el aeródromo de Mende, no había habido triunfo español en el Tour de Francia, como si fuese una maldición, lo que no había sucedido desde que los abuelos Miquel Poblet o Federico Bahamontes se pusieron el uniforme de campeones en los años 50 del siglo pasado.

Bilbao es un rematador, sería un goleador si se dedicara a otro deporte. Es de los que si se escapan no lo hacen para ser capturado y regalar a su patrocinador kilómetros gratis de publicidad en televisión. Si Pello se fuga es para ganar, como hizo en Issoire y para colocarse además en la quinta plaza de la general.

Cuando el parto del Tour y estaba a punto, sus padres cenaban en un restaurante de Gernika y hablaban de su hijo. Julen, el padre, recomendaba la merluza local y los pimientos que cuidan con mimo en el pueblo. Decía que nunca animaron a su hijo para hacerse ciclista, que empezó con el fútbol hasta que se desilusionó con el balón. La madre, Elena, añadía que no se perdía una etapa del hijo y que, a diferencia de otras mamás, si sufría, lo llevaba por dentro. Juan, su tío, que vive en tierras tarraconenses, proclamaba que su sobrino ganaría sí o sí una etapa en este Tour. Y es que no hay mayor hincha de Pello que Juan Bilbao en el mundo entero, ni quizá sus padres. Su casa parece un santuario dedicado a Pello, porque el abuelo había sido ciclista hasta que la guerra civil destrozó sus sueños deportivos, como el de tantos otros jóvenes de la época.

Pello se coló en la escapada buena. Llevaba enemigos temibles como Julian Alaphilippe y Michal Kwiatwoski, dos antiguos campeones del mundo. El Tour se había convertido en una sartén y encima, al inicio, Jonas Vingegaard y Tadej Pogacar, decidieron jugar al gato y al ratón y se escaparon para encender todas las alarmas. Pero Pello ya anduvo con ellos. Tenía el día marcado en rojo y por el árbol de Gernika que no se le iba a escapar la victoria.

Desde el inicio del Tour se sabía que, si había un ciclista predestinado a levantar los brazos en una etapa, este debía ser Pello, que ya había ganado en el Giro, que es rápido, que es bueno tácticamente y que hasta anda mucho mejor que Mikel Landa, nombrado de salida como el jefe de filas del Bahrain, el equipo de ambos.

Así que cuando Vingegaard y Pogacar se cansaron de jugar, se formó la escapada del día, en la que también iba el catalán Antonio Pedrero, todo o nada, hacia adelante, que detrás si apretaban era para llegar antes y no pasar tanto calor por tierras de antiguos volcanes.

Era siempre el grupo de Bilbao el que dominaba la etapa. Había que apretar, pero tampoco pasarse porque si Pello, 11º hasta este martes, rompía la banca entonces todos los equipos, incluidos el Jumbo y el UAE, tirarían como locos y sería la muerte de la fuga.

Tampoco había que perder el norte cuando, ya en la fase final de la etapa, al ciclista letón Krists Neilands le dio por escaparse. Tranquilidad, Pello lo capturaría, porque lo mejor para él no era el rival que pedaleaba por delante, sino que por detrás Alaphilippe, el único más rápido que él, el que le podía birlar la victoria, se había quedado en el último puertecito del día.

Así que, con sangre fría, pilló a Neilands y se preparó para ganar, para dedicar la victoria a Mäder, para subir al quinto peldaño de la general y para romper la tremenda sequía española. "Fueron muchas emociones en un día -confesó tras la victoria-. Gino me había dado fuerza, incluso cuando entrenaba antes del Tour y tenía miedo en los descensos. Era un Tour muy intenso, desde la salida en Bilbao. Quería intentar ganar en San Sebastián. Por eso, tuve que calcular en esta etapa. Sabía que era el más rápido". Y ganó para que todo Gernika explotara de júbilo, Julen y Elena, en su discreción, Juan, en su felicidad total, y Andrea, su mujer, con la pequeña Martina en brazos, después de haberlo seguido hasta el fin de los Pirineos. 101 etapas después Pello rompió la maldición.