Tour de Francia

Han ganado Vingegaard y Pogacar; han triunfado Rodríguez y Bilbao

La fiesta en los inigualables, en los preciosos, en los festivos Campos Elíseos coronarán a la pareja del ciclismo mundial, Jonas y Tadej, pero ahí estarán, a pie de podio, los inmensos Carlitos y Pellot

Tadej Pogacar y Jonas Vingegaard.

Tadej Pogacar y Jonas Vingegaard. / EP

Emilio Pérez de Rozas

Sí señor, todo el mundo, todos, los 176 corredores que tomaron la salida en Bilbao y todos, todos, los que han participado en este maravilloso mundo del ciclismo, del Tour, de la serpiente multicolor han de estar orgullosos, satisfechos, locos de contentos con todo lo que han hecho, con lo que nos han hecho disfrutar desde el sofá, desde la cuneta, desde cualquier rincón del mundo.

Es cierto, auténtico, pura verdad, que el Tour es, con diferencia, después de los Juegos Olímpicos y la Copa del Mundo de fútbol, el mejor espectáculo deportivo del mundo. No hay otro podio en el deporte mundial. Habrá, sí, claro, puntos de encuentro igualmente ilusionantes y espectaculares como los cuatro Grand Slams de tenis, las decenas de grandes premios de F1, MotoGP y otras grandes competiciones, pero el Tour es vistosidad, pasión, cine, televisión, diversión, espectáculo, fuerza, locura, sangre, sudor y lágrimas, las que ha derramado y sufrido hoy, a borbotones, Carlitos Rodríguez, que, pese a todo, ha defendido en meta el top-5 de un Tour 2023 durísimo en el que todo, todo, tiene su valor, incluso acabar quinto a 12.57 minutos del ganador como ha logrado Carlitos o el tremendo Pello Bilbao, sexto con 33 años, a 13.27 minutos.

Gracias por todo

Es el momento de escribirlo después de tres semanas únicas, espectaculares y de todo tipo de comportamiento de los grandes ciclistas, de los caníbales de la ruta. Todos han corrido a su manera, a su estilo y todos, todos, han ganado. No hay perdedor. Está el inmenso Jonas Vingegaard, cierto, pero es mentira que Tadej Pogacar, que llegaba como favorito tras una preparación inadecuada para el Tour, haya perdido, haya fracasado. Como él reiteró el jueves, “el tiempo, la juventud, está a favor mío”.

Claro que sí, Pogacar, este monstruo al que todo el mundo adora porque es atrevido, ¡más atrevido que nadie!, ha terminado ganando la etapa de este sábado, la tercera ‘etapa reina’ de la Gran Boucle, y lo ha hecho por delante del ya mítico bicampeón de la ronda francesa, el danés Vingegaard.

Hay sido hermoso, demasiado hermoso, fantásticamente bello: Pogacar acaba primero el sábado divino y es segundo en el Tour; Vingegaard acaba segundo y será el primero en los Campos Elíseos. ¿Hay mejor premio pero los dos grandes del siglo XXI? No, no hay mejor premio. Solo agradecimiento eterno a ambos.

Ya ni les cuento, aunque esos mágicos gemelos, Adam y Simon Yates, se hayan metido en medio, acaparando la tercera y cuarta plaza, el placer que debemos sentir los españoles por el papel ¡por fin! ¡por fin! desempeñado por los ciclistas de casa. Llegábamos a este Tour, que encima se bautizaba en la maravillosa y espectacular Bilbao, en el ciclístico País Vasco, con 100 etapas seguidas sin ganar, con cinco años de sequía y, de pronto, ganamos con Pello Bilbao, Ion Izaguirre y Carlitos Rodríguez.

Podio merecido

Mañana, en la fiesta de los Campos Elíseos, no habrá españoles. El podio estará encabezado por el inmenso, el tremendo, el dominador danés, Jonas Vingegaard, que ha superado por 7.29 minutos al no menos tremendo Tadej Pogacar, que estará protegido por su más fiel gregario, Adam Yates. Pero debajo, en los pies del podio, estarán otros dos grandes como Carlitos Rodríguez y Pello Bilbao, uno con 22 años, la esperando del ciclismo español, la ilusión de la nueva generación de admiradores, y el gran Bilbao, que, con 33, ha realizado un Tour digno de admiración.

Ha sido, como casi siempre, un Tour maravilloso, apasionante, un Tour que, contrariamente a lo que dice la clasificación, es decir, contrariamente a esos casi 8 minutos que hay entre los dos monstruos del siglo XXI, Vingegaard y Pogacar, lo cierto es que la incertidumbre ha sido constante e, incluso, hasta la última etapa, hasta la última gran batalla, hay sido espectacular, pues todos, todos, los que tenían que estar han estado y todos, todos los que tenían que pelear, han peleado hasta el último suspiro.

Por eso debemos agradecerles a estos muchachos, jóvenes y veteranos, que nos hayan ofrecido el mayor espectáculo del mundo que, visto desde el sofá, ha sido único, inigualable, maravilloso.