La ronda francesa femenina

El Tour Femmes no cree en los milagros

Van de Velde fue creciendo impulsada por ese espíritu de combate con el que ruedan los flamencos, grandes rodadores, corredoras y corredores que saben luchar en solitario

Lorena Wiebes, ganadora de la tercera etapa del Tour Femmes.

Lorena Wiebes, ganadora de la tercera etapa del Tour Femmes. / LE TOUR

Sergi López-Egea

Si hay un deporte cruel, este es el ciclismo. A veces, se convierte en un drama. Otras, en unos instantes, las fuerzas desaparecen sin que nadie sepa a qué se debe, ni siquiera la corredora o corredor afectados. De repente una se cree la mejor de la clase del día, la que aprobará con matrícula de honor una escapada por la que ha luchado y sudado. Y, de golpe, cuando quedan sólo 100 metros para la llegada va y te pillan. Adiós la lucha por la victoria, el esfuerzo de rodar kilómetros y kilómetros sola diciéndose “sí se puede”.

Pero el pelotón es casi siempre una especie de grupo de fusilamiento. Ellas ruedan a relevos calculando cómo, cuándo y dónde van a pillar a la escapada, a la que se describe como víctima. Que vaya sola, que cuando nos dé la gana nos la comemos, la capturamos y la dejamos sin premio alguno.

Es lo que le ha sucedido este martes a Julie van de Velde, corredora belga de 30 años, que creyó en sí misma, que se dijo que un día de Santiago podía ser una fecha para recortar. Sola contra todas, con una bici convertida en señal de libertad y peleando contra un imperio de gladiadoras que nunca le dieron más allá de dos kilómetros de ventaja, muy fácil pillarla cuando quisieran.

Dudas en el pelotón

Sin embargo, Van de Velde fue creciendo impulsada por ese espíritu de combate con el que ruedan los flamencos, grandes rodadores, corredoras y corredores que saben luchar en solitario. Y hasta hizo dudar al pelotón, ¿podremos con ella? ¿dará la sorpresa en la tercera etapa del Tour Femmes? Pues Van de Velde se vistió con el uniforme de la desgracia, una injusticia tremenda como cuando un árbitro te pitaba penalti injusto en el minuto 90.

Quedaban dos kilómetros y todavía corría en libertad. Faltaba un kilómetro, allí donde un pequeño banderín rojo anuncia que la meta está ya tocándose con los dedos, y ya empezaba a escuchar el ruido de sus perseguidoras, como si en vez de bici rodasen sobre caballos con el sable desenfundado.

La captura

¿Quién puso el repecho a 500 metros de la llegada? Ahí sus piernas dijeron basta. Allí se animó el pelotón y las lanzadoras de las velocistas comprendieron que había valido el impulso que dieron al grupo cuando casi parecía que la sorpresa se iba a producir.

El Tour Femmes no estaba para milagros ni para regalar una etapa a la fugada, así que, a 100 metros, sin la necesidad de mirar atrás, Van de Velde ya vio bicis a su lado. Adiós a la escapada, a la pelea en solitario, a todo… triunfo al esprint de la neerlandesa Lorena Wiebes, con Lotte Kopecky al frente de la general vestida de amarilla. Van de Velde, recompensada con el premio a la combatividad, todavía tuvo ganas de sonreír cuando subió al podio a recoger un galardón de consuelo.