La ronda francesa

El ciclismo femenino se cita con la leyenda del Tourmalet

El Tour Femmes asciende este sábado la montaña de las montañas para comenzar a decidir la carrera y por primera vez con los ‘maillots’ y dorsales oficiales de la ronda francesa. Victoria en la sexta etapa de la danesa Emma Jorgersen, la segunda que logra el Movistar.

Emma Jorgensen, del Movistar, se impone en la sexta etapa del Tour Femmes.

Emma Jorgensen, del Movistar, se impone en la sexta etapa del Tour Femmes. / LE TOUR

Sergi López-Egea

No hay nada más hermoso para un cicloturista que coronar el Tourmalet; al menos una vez a la vida; quien ama y practica este deporte, debe subir al principal monumento ciclista, el templo del ‘círculo de la muerte’, el que distingue a los escaladores del resto de mortales y el que ha servido como referencia a otros deportes a la hora de apuntarse una gesta que, en ocasiones, parecía inalcanzable.

Por esta razón, este sábado hay una cita con la historia en el monte de los montes, porque por primera vez las mujeres ascenderán con los ‘maillots’ y dorsales oficiales del Tour, con el mismo jersey amarillo que exhibió Jai Hindley el 6 de julio y el que conquistó Jonas Vingegaard, a la llegada a Cauterets, tras coronarse el Tourmalet.

Había, por lo tanto, una deuda con el ciclismo femenino, con el Tour Femmes, con la leyenda y con la cita a una cumbre que debe desatascar la general de la carrera, quizá demasiado comedida a causa del miedo escénico que provocan los 17,1 kilómetros de subida al 7,5% para situar la línea de meta a 2.110 metros de altitud.

Si bien es cierto que cuando la carrera se denominaba la Grande Boucle Femenina las mujeres ya ascendieron el Tourmalet, aunque lo hicieron sin el apoyo firme, en lo económico, lo organizativo y lo mediático de ASO, la empresa que gestiona buena parte del ciclismo mundial; entre otras carreras, el Tour y la Vuelta.

Desde Octave Lapize en 1910

Es la misma montaña que coronó por primera vez Octave Lapize, en 1910; el que luego, ya en el Aubisque, llamó “asesinos” a los organizadores por haber condenado a los pioneros de la carrera a un martirio, con pistas llenas de tierra y piedras, donde era imposible no poner pie a tierra. Es el Tourmalet que dio un impulso extra a las piernas de Ottavio Bottecchia, en 1924, luego asesinado por los fascistas porque aparte de ciclista era socialista; el Tourmalet de las gestas de Gino Bartali Fausto Coppi, y el que sirvió para denominar a Federico Martín Bahamontes, tan delicado ahora, como el mejor escalador de la historia.

Sin embargo, por años que pasen, siempre será el Tourmalet de la gesta de Eddy Merckx en 1969, o el de los descensos de Miguel Induráin, en 1991, para comenzar a ganar el primer Tour, en compañía de Claudio Chiappucci, o en 1993, para salvarlo, ante el ataque de Tony Rominger; quizá la mejor bajada de la historia del ciclismo efectuada por un corredor profesional.

El sábado, Annemiek van Vleuten y Demi Vollering, las Vingegaard y Pogacar del ciclismo femenino, sólo tendrán que ascender, que ya es suficiente, para demostrar que no hay Tourmalet que frene a las mujeres corredoras. Lo harán en una etapa de 89,8 kilómetros marcada a un promedio entre 34 y 32 kilómetros por hora, tras el ascenso previo al Aspin, otro mito de los Pirineos y a una hora de máxima audiencia fijada por la televisión francesa.

Horario tardío

La primera corredora debe cruzar la cima del Tourmalet a las 19 horas, porque al margen de la audiencia se trata de que el Tour Femmes no coincida en horario con la Clásica de San Sebastián, en el retorno a la actividad del ciclismo masculino tras el Tour.

La escalada al Tourmalet dejará la clasificación pendiente de la contrarreloj final en Pau, con la distancia de 22,6 kilómetros, que no está tampoco nada mal, después de la victoria este viernes de la corredora danesa Emma Jorgensen en la sexta etapa, la segunda para el Movistar, con Lotte Kopecky siempre al frente de la general.