Victoria en las calles, victoria en Mestalla y empate en el campo

La afición del Valencia estuvo de diez antes y después. El equipo también. Vinicius siguió a lo suyo y el Madrid probó de su medicina

Gayà agradeciendo a la afición el apoyo

Gayà agradeciendo a la afición el apoyo

Rafa Marín

Rafa Marín

Ganó Valencia. Todavía no eran las 17:00 y los alrededores del Ayuntamiento ya bullían. Más de 20.000 personas acabaron congregándose en la manifestación más multitudinaria contra Peter Lim. Un rotundo éxito con miles de valencianistas gritaron alto y claro que basta ya. La legitimidad de la protesta dependía de que fuese masiva y en ese sentido se superaron las expectativas.

Máxima unidad y un mensaje alto y claro con acuse de recibo tanto para los políticos del Ayuntamiento, participasen o no en la marcha, como al resto de instituciones en cuyas manos está la responsabilidad de cerrar el grifo y no darle ningún tipo de cobertura a Lim dentro de la legalidad. Cobertura cero, mucho menos por la tangente, y nada de oídos sordos ante el clamor. El bloqueo político no solo es una herramienta necesaria sino tiene que ir a más, sin pasos atrás, porque es el único camino. La victoria en las calles fue incontestable.

Y en Mestalla, más de lo mismo. Vinicius, con la foto que quería Netflix, demostró con sus dos goles y sus provocaciones para celebrarlos lo que ya se sabía: que es mejor jugador que persona. La grada siguió a lo suyo y demostró cantando, presionando y ayudando a los chavales que no había ninguna pedagogía que hacer para evitar insultos racistas: más allá de los cafres aislados de la otra vez ese problema nunca ha sido tal.

Todo ello sin cámaras para guionizar historias y con un ambiente intenso pero dentro de la más absoluta normalidad. Fue una gran noche de fútbol, con un Valencia enchufado que desperdició dos goles de ventaja y que llegó a tener a los de Ancelotti contra las cuerdas.

Un partidazo en toda regla que terminó en empate y con la imagen para la historia de un árbitro con el valor suficiente de anularle un gol al Madrid en el descuento, un detalle ante el que los merengues rebosaron de señorío. Final feliz, o casi feliz, aunque con el corazón en un puño y no precisamente el de la interesada pose del ‘black power’. Todo el apoyo desde aquí a uno que como Diakhaby se lo merece y que ojalá, tras su escalofriante lesión, tarde lo menos posible en reaparecer.

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