REPORTAJE VCF LEYENDAS

Intrahistoria de un Triplete

Entre 1999 y 2004, Javier Subirats se elevó como el ideólogo decisivo de un proyecto ganador pese a que los cambios en la plantilla, en el banquillo y hasta en el palco fueron constantes

Rafa Benítez, Javier Subirats y Jaume Ortí orfecen el título de Liga a la afición desde el balcón de la fachada principal de Mestalla

Rafa Benítez, Javier Subirats y Jaume Ortí orfecen el título de Liga a la afición desde el balcón de la fachada principal de Mestalla / ARCHIVO SUPERDEPORTE

Vicent Chilet

Vicent Chilet

El triplete de 2004, el hito histórico que el valencianismo festejará este viernes en su veinte aniversario, fue la culminación de la mayor época dorada del club de Mestalla, a la altura de las tres ligas y dos copas conquistadas en los ‘eléctricos’ años 40. El Valencia redondeaba así una época hegemónica que tuvo su inicio en 1999 con la brillante victoria en la Copa del Rey, por 3-0 ante el Atlético, y que continuó con las finales perdidas de Liga de Campeones en 2000 y 2001, la Liga de 2002 y la rúbrica final de 2004: la sexta Liga, la Copa de la UEFA en Gotemburgo frente al Olympique de Marsella y la Supercopa de Europa en Mónaco ante el Oporto.

Una etapa, a ojos de la Historia, homogénea y sólida, pero que en realidad estuvo sometida a constantes cambios. En la plantilla, en el banquillo y hasta en el sillón presidencial del palco. Una transformación en la que la excelencia deportiva de los títulos se combinó con la económica de las grandes ventas, con el rol primordial de Javier Subirats como decisivo arquitecto de un proyecto único.

Como muestra, de la Cartuja en 1999 al Ullevi Stadion en 2004, únicamente tres jugadores seguían militando en la plantilla: Santiago Cañizares, Amedeo Carboni y Miguel Ángel Angulo. Con unas directrices claras y ambiciosas, el Valencia no tuvo miedo a desprenderse de estrellas como Claudio López, Gaizka Mendieta, Kily González o Gerard López, cuyo pico en rendimiento deportivo y económico tuvo lugar en Mestalla. Un ejemplo radicalmente distinto a la época actual, con Peter Lim como máximo accionista, en la que baluartes como Carlos Soler, Ferran Torres, Kang In Lee o Yunus Musah, por poner algunos ejemplos, han abandonado el club de forma prematura: antes de llegar a su madurez futbolística y por debajo de su valor potencial de mercado. Con cada venta, el Valencia fichaba más barato y mejoraba el plantel. Así fueron llegando futbolistas (ahora elevados a leyendas) como Fabián Ayala, Pablo Aimar, Carlos Marchena, el actual entrenador, Rubén Baraja y canteranos como David Albelda.

FUTBOL - NACIONAL - LIGA PRIMERA DIVISION 02/03 15/02/03 2003 VIGESIMOSEGUNDA JORNADA 22 - VALENCIA CF VS MALAGA CF ( 2 - 0 ) MESTALLA - CARLOS MARCHENA ( V )

Ayala y Marchena durante la temporada 2003-04 / Archivo SD

Esa coherencia en una idea de fútbol inspirada en la organización defensiva y la velocidad al espacio se manifestó en tres edades distintas, con tres entrenadores escogidos por Subirats que lograron, cada uno con sus matices, la evolución de un estilo, hasta perfeccionarlo y ser casi imbatibles, fortaleciéndose hasta con las decepciones que supusieron traumas como perder dos finales consecutivas de Champions. No hubo ni hundimiento, ni luto, ni drama. El camino lo inicia Claudio Ranieri en la temporada 97/98. El técnico romano reinventa un bloque creado para el lucimiento estético ofensivo, como era el Valencia de Jorge Valdano, y rebusca en actores secundarios como Gaizka Mendieta, Piojo López y Miguel Ángel Angulo para crear una obra alternativa. Aquel equipo, de impulsos aburguesados, pasa a adquirir una cultura del trabajo y la constancia, con entrenamientos en mañana y tarde, con mucha rigidez táctica, implementando métodos hoy muy comunes, pero por entonces vanguardistas. El Valencia pasa a jugar de memoria como un equipo muy comprometido. En año y medio, se pasa de un bloque en búsqueda de una definición, al equipo que firma una final de fútbol torrencial ante el Atlético.

Ranieri, en el verano de 1999, se marcha precisamente al Atlético, pero llega Héctor Cúper, con el prestigio adquirido de dos notables campañas en Mallorca. Desde esa base colectivista y trabajadora heredada de Ranieri, el técnico argentino la afila con una exigencia innegociable, casi de hábitos marciales, que permite al Valencia ser por dos años la auténtica sensación de Europa. Pese a caer traicionado por el vértigo del escenario de las finales de Champions, llegó a las citas de Saint Denis y San Siro mostrando una superioridad apabullante sobre potencias como el Barcelona, el Arsenal, la Lazio, Leeds United o la Fiorentina.

Tras la dramática derrota contra el Bayern en los penaltis en la final de la Champions de 2001 en Milán, se produce la convulsión más honda. En pocas semanas abandonan el club el entrenador Héctor Cúper, el capitán Gaizka Mendieta y el presidente Pedro Cortés, relevado por un Jaume Ortí en perfecta sintonía con Manuel Llorente. Además, varios entrenadores de renombre evitan dar el paso adelante para recalar en Mestalla. Es entonces cuando Subirats rescata una opción que siempre tuvo guardada en la recámara: Rafa Benítez. Un entrenador joven, de 42 años, formado en la prestigiosa cantera del Real Madrid y estudioso de los métodos de la defensa zonal de Pacho Maturana y Arrigo Sacchi. Con unas expectativas elevadísimas, el nombramiento llega a ser tomado casi como chufla en algunos sectores por la aparente poca experiencia de un técnico cuajado en experiencias como el Castilla, Extremadura, Osasuna, Valladolid y Tenerife. En la temporada 2001-02, además, el equipo arranca con multitud de empates y con problemas de cara a gol. Con una milagrosa remontada en Montjuic ante el Espanyol (2-3), Benítez esquiva la destitución. Una decisión trascendental ya que, a partir de la segunda vuelta, con el regreso del lesionado Baraja y la frescura aportada por las rotaciones en la segunda vuelta, el Valencia volará, remontará seis puntos de desventaja con el Real Madrid y con los goles de Ayala y Fabio Aurelio en Málaga, conquistará la quinta Liga de su historia.

Catarsis en la Barcarolle

En la siguiente temporada, el Valencia como defensor del título acusa la resaca emocional y competitiva y firma un año discreto, apartado de la Liga de Campeones y con algunos síntomas de desgaste en la convivencia entre Rafa Benítez y los jugadores. “Nos quedan dos meses de aguantarnos”, llegó a vaticinar el técnico. En la siguiente pretemporada, en Nyon en 2003, se produce la catarsis. En una reunión privada en el gimnasio del hotel La Barcarolle, jugadores y técnico se cantan las verdades, discuten a gritos y tras más de dos horas de debate se conjuran y recuperan el apetito competitivo. El Valencia había vuelto, como el propio Benítez afirmaba a los periodistas desplazados en un 0-2 en Anfield ante el Liverpool que cerraba la pretemporada.

El Valencia, desde el inicio de la temporada, se muestra firme, tanto en la Liga como en la Copa de la UEFA, exhibiéndose en ambos torneos como un solvente candidato a los títulos. Así se gesta el doblete. Con una gran autoridad, convertido en una de las máquinas tácticas más sofisticadas de Europa por las enseñanzas de pizarra en la que Benítez involucra a sus jugadores, que actúan y piensan sobre el campo con la visión periférica de los entrenadores. Son futuros técnicos como Pellegrino, Ayala, Djukic, Albelda, Xisco, Angulo, Aimar y el más aventajado, Rubén Baraja.

La etapa de 1999-2004 es la coronación de una cultura de club que hunde sus raíces tres lustros atrás, desde el regreso a Primera división en 1987. El Valencia quema etapas competitivas en los 90 de forma progresiva, casi natural. De la mano de los Fernando, Giner, Arroyo, Mijatovic, Penev, Robert y Camarasa, entre otros, se regresa a Europa (con accidentes llamativos ante el Nápoles y en Karlsruhe), llegan dos subcampeonatos de Liga (1990, 1996) y una de Copa del Rey (1995). La experiencia que curte al mestallismo para comerse el mundo a partir de 1999.

Los valencianistas celebran un gol en Mestalla durante la semifinales de la Copa de la UEFA 2004 frente al Villarreal CF

Los valencianistas celebran un gol en Mestalla durante la semifinales de la Copa de la UEFA 2004 frente al Villarreal CF / ARCHIVO SUPERDEPORTE

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