Jordi Escobar crece a ritmo de récord. El delantero de 16 años del Valencia se ha convertido en el futbolista más joven en disputar dos partidos consecutivos con el primer equipo en los cien años de historia del club. Es el más precoz de todos y cada uno de los miles jugadores que pasaron por la entidad de Mestalla desde 1919. El pasado sábado se estrenó contra el Galatasaray con 16 años, 5 meses y 11 días como el cuarto debutante más joven de la historia del club. Solo por detrás de Toni Lato, Enrique Cano y Daniel Lucas . El martes frente al Lausanne batió un nuevo registro jugando su segundo partido seguido en Suiza y puede que no sea el único. Jordi está en disposición de batir el récord de precocidad en partido oficial de Diego Ribera 24 años después. El de Riba-roja debutó contra el Tenerife en Liga en 1994 y a las órdenes de Héctor Núñez con solo 16 años, 11 meses y 24 días. Si Jordi juega algún minuto oficial antes del 4 de febrero, con una primera ronda de Copa por medio, lo superará y eso son palabras mayores en un club centenario como el Valencia.

Su proyección y desparpajo en el campo está llamando la atención de los aficionados en esta pretemporada, pero no sorprende tanto a los responsables deportivos del club y a la gente de fútbol. «Es el mejor '9' de su categoría», aseguran en las Rozas. Jordi, de hecho, fue la primera gran apuesta de Mateu Alemany en la Academia el pasado mes de enero. El Director General inauguró su política de blindar a los jugadores de proyección de primer equipo con una cláusula de rescisión de 80 millones de euros que hace siete meses parecía escandalosa y que marcó un camino para las siguientes renovaciones de Kangin Lee, Ferran Torres, Álex Centelles, Javi Jiménez, Pascu, Jesús Vazquez, Fran Pérez, Xavi Estacio o Hugo Guillamón entre otros. Jordi fue el primer canterano 'top' blindado.

De Canet de Mar a Onda

El Valencia tiene muchas esperanzas depositadas en Jordi. Casi tantas como su propia familia. Sus padres y su hermano pequeño Ismael -también canterano del Valencia- le han visto crecer con el balón en los pies en Canet de Mar y la cabeza centrada en ser jugador de élite. Lo tuvo claro desde bien niño. Desde que rompía plantas a balonazos en el jardín de casa con Isma y jugaba a fútbol en las playas de su localidad catalana. A los 5 añitos ingresó en los prebenjamines del Tordera. Ya jugando de delantero y su primer galardón de máximo goleador de la su liga. 87 tantos marcó una de las dos temporadas. En benjamines fichó por el CE Riudarenes, la escuela donde se formó Gerard Deulofeu. Una cantera controlada por un Barça que solo tardaría meses en 'pescarlo'. Jordi jugó un año en el benjamín del Barcelona. Fue el máximo goleador del equipo y recibió el galardón de mejor jugador del Torneo Internacional de Getxo y en Terrassa. Sin embargo, no había sintonía con el club entonces dirigido por Joan Laporta. No se sentían valorados en La Masia y decidieron salir cuando el Espanyol llamó a su puerta. Allí vivió cuatro años inolvidables a nivel personal y deportivo con entrenadores que le marcaron como Toni Velamazán n o Xavier Corominas y títulos individuales como en el torneo de fútbol base del MIC. Fue máximo goleador en alevines con 36 dianas, ganó una Copa Catalunya y se proclamó campeón de España con la Catalana sub-12. Se empezaba a hablar y mucho de aquel delantero espigadito de técnica y movimientos privilegiados. La red de ojeadores del Valencia le echaba el ojo.

La primera vez que el club vio a Jordi en acción fue curiosamente en el Torneo de Arona de 2014 que el propio Valencia conquistó con la generación de los Óscar Domènech, Ferhat, Ferran Giner y compañía. El equipo de Joaquín García solo perdió un partido en la fase de grupos y fue contra el Espanyol de Jordi. Su nombre ya estaba apuntado en la agenda. El jefe del área de captación José Jiménez viajó a Barcelona a verlo jugar repetidas veces. Sus informes no podían ser mejores. Había que ficharlo. El club se puso en contacto con el padre aprovechando la invitación al Espanyol a un triangular en Onda. Era el destino. Jordi y su familia son catalanes, pero siempre han estado muy vinculados a la Comunitat porque tienen familia en Onda. «Fichar por el Valencia era como volver a casa», recuerda el padre. Jordi acaba contrato y tenía ofertas encima de la mesa del Villarreal, el Valencia y un Barcelona que ya sabía que se había equivocado con Jordi. El Espanyol le ofreció una mareante oferta de cinco temporadas para intentar retenerlo a la desesperada consciente de su potencial, pero la decisión estaba tomada. Rufete daba el visto bueno al fichaje, Jordi firmaba por dos temporadas con opción a una tercera y la familia se instalaba en San Antonio de Benagéber. Dominicas sería su nuevo colegio. La ciudad deportiva, su nueva 'casa'.

El Infantil A fue su primer equipo en el Valencia. Su carta de presentación fueron 27 goles. El mejor del equipo. La Levante Cup y le eligió como el mejor futbolista. En su segundo año llegó a los 19 tantos como jugador del Cadete Fundación. Además, fue máximo realizador en el 'Città di Cremona' y mejor jugador de la Ford Cup. La selección lo convirtió pronto en fijo. Debutó con la Sub-16 en el Torneo de Desarrollo de la UEFA y se estrenó con la Sub-17 con solo 15 años. Jordi crecía a velocidad de crucero, pero José Ramón Alexanko no gestionaba su proyección al mismo ritmo. El canterano no se sentía promocionado y su entorno empezaba a desconfiar de su gestión. La temporada pasada la arrancó en el Cadete A. De nuevo en Liga Autonómica. La categoría se le quedaba pequeña. En dos meses llevaba ya 11 goles. Y fue en ese escenario de dudas en el que apareció la figura salvadora de Mateu. El Director General cogió el toro por los cuernos, subió al jugador al Juvenil B en noviembre y negoció en primera persona su ampliación de contrato.

Viejo conocido de Longoria

No fue fácil. Los grandes del fútbol europeo conocían la situación inestable del jugador en Valencia y apostaron fuerte. Arsène Wenger llegó a prometerles un año de Sub-23 y tres más de primer equipo, José Mourinho intentó convencerles en primera persona en Manchester, Pablo Longoria mostró su interés como 'scouting' de la Juventus y el Real Madrid se posicionó con una suculenta oferta económica. Barça y Liverpool también lo intentaron en menor medida, pero Jordi lo tenía claro. Su valencianismo, el proyecto y la palabra de Mateu valían más que todo eso. Renovó hasta 2022 con una cláusula de 80 'kilos' y subió automáticamente al Juvenil A marcando el gol que clasificaba a los de Mista para la Copa del Rey. «Tendrás oportunidades arriba», le aseguró Alemany. Fue dicho y hecho. Entrenó al final de la temporada con el Mestalla y este verano, después de ser el máximo goleador de la Sub-16 en la Dream Cup de Japón, recibió la llamada de Marcelino para que ocupara la 'plaza' de Kevin Gameiro hasta su llegada.

«Marcelino es un sabio»

El flechazo ha sido mutuo. El chaval de 16 años, que comparte habitación con Kangin, alucina con el técnico. «Es un entrenador especial, un sabio del fútbol», comenta en la intimidad. También 'Marce' está sorprendido. La idea era que hubiera regresado con Centelles y Blanco, coincidiendo también con la llegada de Kangin, pero ha sido el asturiano quien se lo ha querido quedar por voluntad propia. Jordi, de 1'86 de altura y estudios médicos que aseguran que alcanzará los 1'89, sueña con triunfar como su ídolo Robert Levandowski y dedicarle un gol con el primer equipo a tu tío, seguidor del Valencia, recientemente fallecido. Mestalla le espera.