Las dos primeras jornadas han llevado los méritos y el valor del Valencia a los extremos. Puro ímpetu contra el Atlético, flacidez preocupante en casa del Espanyol. Lejos de los adjetivos en grado superlativo, el equipo no estuvo tan bien ante el bloque de Simeone y el partido de Cornellà-El Prat no fue un desastre. Ligando la segunda parte ante el Atlético y la primera media hora del domingo, queda un Valencia muy reconocible. El problema ha sido la falta de continuidad y la incapacidad para atacar los momentos de duda. Sucedió la temporada pasada (por ejemplo, en el estadio de Gran Canaria), cuando el Valencia se ve superior le cuesta mantenerse firme ante la reacción del adversario. El remate al larguero de Sergio García y la posterior mano de Neto ante Borja Iglesias fija un punto de involución sin retorno. Después está la eficacia. El equipo hizo méritos para abrir brecha, pero no tuvo acierto en el último pase y en el remate, como ante el Atlético. En un contexto de máxima igualdad, también están los detalles... como la interpretación de Del Cerro Grande, que no quiso revisar las manos de David López y condicionó a Diakhaby con una rigurosa amarilla o los errores individuales. El Valencia se vio superado por el Espanyol, pero la diferencia estuvo en una genialidad de Granero y en la pifia de Piccini.

El equipo es consciente de que necesita dar el 200% para ser competitivo y Marcelino se lo hizo saber al vestuario en Cornellà-El Prat. La derrota se ha asumido con responsabilidad y se ha reciclado como advertencia, como oportunidad para crecer. El trabajo que se ha hecho y que se está haciendo es cemento para las grietas. Son dos jornadas. Cuando ha bajado el ritmo, el Valencia se ha mostrado previsible en ataque y permeable en defensa. Ante el Espanyol recibió nueve remates a portería, más que en cualquier otro partido de la era Marcelino. Guedes multiplicará los recursos por desborde (uno contra uno), potencia, disparo, asistencias de remate y atención que genera, liberaba al resto y formaba una sociedad tremenda con Rodrigo Moreno. Con o sin el portugués, uno de los objetivos del cuerpo técnico es ampliar la paleta de soluciones creativas y recuperar el factor sorpresa. Marcelino y los futbolistas son conscientes de las expectativas que han generado. Ahora, una derrota en casa del Espanyol es la sorpresa de la jornada. Los rivales compiten al límite por estatus recuperado: club grande, arsenal Champions. Un año después, todos los adversarios tienen estudiados los puntos fuertes y los puntos débiles del Valencia: ceden la iniciativa, no le dejan espacio para correr. Las dificultades se han multiplicado, los rivales se han reforzado y el contexto -cerrado- será similar al que se afrontó durante la segunda vuelta 2017/18. Con un extra, competir cada martes-miércoles en la Liga de Campeones.

En su mejor versión, el Valencia es capaz de superar a pulmón al Atlético o de superar la presión y el despliegue del Espanyol, al que sometió por ritmo e intensidad en los duelos, durante el arranque. El problema fue que no golpeó. Marcelino dio continuidad al once del Atlético, por méritos, con lógica. Guardó a Cheryshev, Gameiro y CheryshevGameiroBatshuayi. La situación del galo en el Atlético no ha sido fácil, el Mundial ha condicionado la pretemporada del ruso y el belga, por afilar. Con Ferran, cuando esté Coquelin, con Lato... Hay plan B. Sobre la estructura 4-4-2 , Marcelino puede cerrarse o abrirse, buscar control o la yugular del rival, con Cheryshev por fuera, con Wass de volante, con Soler por el centro.

El partido del Espanyol concentra muchos factores. Parejo y Kondogbia son fundamentales para servir y proteger, para controlar, equilibrar y lanzar, para dominar en las transiciones. Rubi, como el resto de analistas, lo saben y sobre ellos trabajaron. Granero y Darder borraron del partido a Parejo, termómetro esencial para medir la temperatura competitiva del Valencia. Kondogbia tuvo que multiplicarse y en su intento de asumir las dos funciones, Marc Roca quedó demasiado libre y se hizo evidente la superioridad númerica de los locales en la medular. Se ha subrayado el desorden defensivo, pero el desequilibrio fue colectivo y empezó por la delantera, uno de los dos puntas debió asumir el rol de quinto centrocampista. Fue un todo. La medular no termina de estar ajustada y eso se siente en defensa y en ataque.Ya sucedió ante el Atlético. Marcelino no mencionó por casualidad «los espacios entre las líneas» en su análisis. En los momentos de crisis, el equipo se abre, no juega junto y eso merma su fluidez. Eso concedió más margen al Espanyol para maniobrar y para recuperar el balón. En la mejor versión del Valencia 2017/18, la mezcla de Carlos Soler, Parejo, Kondo y Guedes fue fundamental. Imprescindible. El portugués ya ha caído y los cuatro son una garantía, juntos formaron uno de los mejores centros del campo de la temporada; juntos volaron en la primera vuelta. El guión está marcado: reaccionar ante el Levante. El equipo conoce el camino, es consciente de la misión y de la dificultad.