En noviembre de 2016, Valencia CF e Inter de Milán eran equipos con los mismos problemas. Grandes a la deriva que demandaban una urgente reconstrucción para volver a dar guerra y luchar por los puestos Champions League con asiduidad. Cansados de tiempos de constante convulsión, debían buscar un capitán capaz de enderezar el rumbo del barco y de llevarlo por la senda correcta. Ambos se fijaron en el mismo candidato: Marcelino García Toral El asturiano estaba sin equipo tras ser destituido por el Villarreal a poco tiempo de empezar LaLiga y venía de llevar a los castellonenses de Segunda División a la Champions en a penas tres años y medio.

Tras la destitución de Pako Ayestarán, Suso García Pitarch lo tenía claro, Marcelino era el elegido, pero la opción del Valencia se dio de bruces con la normativa de la RFEF que no permitía al asturiano dirigir a ningún equipo español por haber estado inscrito con el SusoRFEFsubmarino amarillo. El contratiempo dio ventaja a un Inter de Milán que acababa de despedir a Frank de Boer y que tenía vía libre para tratar de acometer la contratación del entrenador. La entidad neroazzurra se reunió con Marcelino en la ciudad de la Madoninna y a sus directivos les gustó mucho lo que escucharon, veían en él a un entrenador que encajaba con la idiosincrasia del calcio y que tenía las ideas claras. Una figura sobre la que cimentar el largo plazo.

Producidas las conversaciones y sin oposición para firmarle, el futuro parecía estar escrito, el representante del asturiano confirmó a SUPER que la sintonía era buena y el propio Marcelino reconoció años más tarde que estaba seguro de que iba a entrenar al conjunto lombardo tras aquella cita. Lo que pasó fue muy diferente, el Inter era la casa de los líos y tras la reunión se produjo un cisma interno que hizo saltar por los aires la operación. A un lado estaba la propiedad, que prefería al actual técnico valencianista, y al otro Piero Ausilio y Javier Zanetti, que apostaban por una figura italiana para el banquillo. Los segundos ganaron el pulso y el club se decantó por Stefano Pioli.

En los días sucesivos al 'NO' a Marcelino, la Gazzetta dello Sport publicó que las exigencias de Marcelino para desembarcar en Milán eran muy elevadas, lo que dio fuerza a la postura contraria a su llegada. El asturiano quiso llevarse a todo su cuerpo técnico de confianza y percibir un salario de unos 3'5 millones según el rotativo italiano. Los neroazzurros no estaban dispuestos a apostar tan fuerte por él para desarrollar la revitalización deportiva que la entidad necesitaba y el tiempo -y los tres entrenadores que han pasado por San Siro durante estos últimos años- dice que se equivocaron.

Volviendo al Valencia CF, la imposibilidad de firmar al asturiano llevó a Suso a fichar a Cesare Prandelli, pero el periplo del italiano se saldó con un fracaso deportivo que, una vez más, Voro se encargó de reconducir. A final de temporada la figura de un recién llegado Mateu Alemany se hizo valer y la llegada de Marcelino a Mestalla se convirtió en una realidad. Comenzaba el proyecto de reconstrucción para abandonar la mediocridad en la que la entidad se había visto sumida las anteriores dos campañas. Al contrario que el Inter, el club valencianista sí le ofreció ese marco de liderazgo en el que desarrollar su idea y un importante peso en la confección de la plantilla, tal y como el técnico demandaba.

Dos temporadas después queda bastante claro que Marcelino era el hombre de la estabilidad. Tras el fallido intento de Pioli, el Inter apostó por un Spalletti que, a pesar de levantar el ánimo de los neroazzurros y devolverles a competiciones europeas, no acabó de ser el arquitecto que anhelaban en Lombardía cuando fracasó el proyecto De Boer. Desde València, el asturiano le ganó al técnico italiano la partida de convencer a Kondogbia y a día de hoy el centroafricano es uno de los centrocampistas más dominantes del panorama europeo.

Extinta también la era Spalletti y con la tarea de cimentar un proyecto fuerte y sólido a medio hacer, el Inter ha puesto este verano toda la carne en el asador para volver a competir con la Juventus y el Napoli y que el Meazza vuelva a vivir grandes noches europeas. Su apuesta, esta vez sí, es un entrenador de perfil alto como Antonio Conte en aras de no volver a repetir el error que cometieron en noviembre de 2016 rechazando el fichaje de Marcelino.