No hubo prórroga por los pelos pero sí penalti. En pleno descuento, Soldado se confirmó como el héroe de una noche de fútbol espectacular que al Valencia le costó su trono de vigente campeón. Tras un partido reñido y de alternativas, el equipo de Celades no supo imponerse en el tramo decisivo y cayó eliminado en los cuartos de final a manos de un Granada que, siendo un muy digno semifinalista, le debe parte de su clasificación al VAR. Ausente hasta la anterior ronda, el videoarbitraje resultó decisivo. A Rodrigo le anularon un gol por uno de esos fueras de juego que son pero sólo se ven rebobinando. Se pasó por alto, en cambio, un penalti en el área nazarí que en la sala se estuvo revisando. Y, sobre todo, se castigó un brazo extendido de Jaume Costa. Otra jugada a prueba de moviola aunque también de esas en las que, reglamento en mano, es mejor cortarse el brazo en el área por si te crece. González González decretó la pena máxima y Jaume, que ya había agotado el cupo con un paradón a Vadillo y otro Machís, no obró el milagro. Adiós.

El Valencia, para variar, terminó siendo un revuelto de estilos, pero hay que reconocer que su puesta en escena fue buena. Mejor al principio que al final. Con el fuelle justo, cavó su propia tumba perdiendo su sitio en general y una infinidad de balones en los pies de Parejo en particular, entre ellos el del córner que dio pie al 2-1. Un borrón definitivo para un equipo que, lejos de sus arranques titubeantes, salió pitando, con humo por la chimenea desde que se puso en marcha. También lo hizo el Granada, espoleado por los decibelios de Los Cármenes y con un aire febril para volcarse al ataque. Dos contendientes, en definitiva, disparados a por la victoria que depararon un fútbol más vibrante que de alta escuela con el balón de una portería a otra. Nadie gobernó el centro del campo pero en el área sí hubo alguien que se elevó por el resto. Y que además no tardó en aparecer. De buenas a primeras Soldado marcó la primera que tuvo. Es lo que tiene un artillero de raza como el valenciano, empeñado en negar a los que pronosticaban que a sus casi 35 años está acabado. Favorecido por un rebote, encaró a Gabriel y asestó un chutazo que dobló los guantes de Jaume. Sin embargo, no sólo fueron los goles. En un alarde de intensidad mordió, fijó la presión, le dio personalidad a su equipo y resultó un tormento.

El toma y daca, hasta que se templaron las cosas en el último tramo, fue continuo. Era imposible parpadear sin perderse algo. El Granada, que necesitaba muy poco balón para generar situaciones claras, tiró con lo básico, un plan cargado de casta y fuerza física. Especialmente Foulquier, mejor atleta que futbolista, como demostró disparándose al pie tras una carrera estratosférica con la que se plantó mano a mano con Jaume. El disparo de Soldado le dobló los guantes, pero ante Vadillo estuvo glorioso. Su palo izquierdo, además, estaba santificado. Allí se estamparon dos tiros. Si el equipo de Diego Martínez, que hacía sangre cada vez que mordía, hubiese llegado al descanso con tres goles a favor nadie se habría extrañado. Tampoco si lo hubiese hecho el Valencia, que empató al borde del descuento pero se condenó a un partido angustioso por fallar un sinfín de oportunidades antes.

Ayudó poco, más bien nada, que la versión de Parejo, últimamente en el ojo del huracán, volviese a ser intrascendente. A cambio apareció Rodrigo, rescatado para el once titular tras los devaneos del mercado. Su proverbial falta de gol hizo acto de presencia cuando en una ocasión clarísima, la siguiente al 1-0, ni siquiera cogió puerta. Por contra, en su papel de conector volvió a ser extraordinario. Estuvo en todas: falló una clarísima, pero marcó el gol y otro se lo quitaron. Al borde del descanso, a un toque, igualó en un momento psicológico. Coquelin se la templó y para adentro. Por encima de su acierto entre palos estuvo enchufadísimo. Aunque siga llegando ruido desde Barcelona, en el campo es como si llevara tapones. Lástima que el físico no le aguantara.

Tal y como le había pedido Celades semanas atrás, cuando se quejó de que hubiese sido incapaz de levantarse a los golpes del Mallorca, el Valencia siguió en pie pese al tempranero revés y fue llegando una y otra vez. Las tuvo Rodrigo pero también Soler y sobre todo Maxi, bien nutrido desde derecha con Ferran y Wass. La más clara se la sacó Vallejo a la desesperada, lanzándose a sus pies. Y es que Celades empezó tirando de la artillería que tenía para el envite pero luego se volvió más reservón. No forzó a Gayá y le dio carrete a Wass en vez de a Florenzi pensando en la sanción del danés para Getafe. Lo mismo le ocurrió con Coquelin cuando el centro del campo se puso blando y prefirió no arriesgar a Kondogbia.

Diego Martínez movió ficha en el descanso y pasó a defensa de tres centrales, pero el control del partido fue del Valencia. Sin embargo, lo que le pasó por encima, como si fuese ya un preludio del final, fue el VAR. El banquillo, a partir de ahí, empezó a bullir. Pese a su inactividad, la apuesta fue Guedes, inédito desde la banda pero al borde del gol con una maniobra desde la frontal. Fue la última ocasión del Valencia en el partido. Por desgracia, también en la Copa.

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Ficha técnica:

Granada CF: Aarón Escandell; Foulquier, Sánchez, Vallejo, Neva; Gonalons (Eteki, min.85), Vadillo (Víctor Díaz, min.46), Puertas, Herrera; Soldado y Carlos Fernández (Machís, min.69).

Valencia CF: Jaume; Wass, Gabriel, Diakhaby, Costa; Parejo, Coquelin, Carlos Soler, Ferran Torres (Guedes, min.67), Rodrigo (Florenzi, min.86) y Maxi Gómez.

Goles:

1-0, min.3: Soldado.

1-1, min.40: Rodrigo.

2-1, min.93: Soldado, de penalti.

Árbitro: González González (C. Castellano-manchego). Amonestó a Gonalons (min.43) y a Soldado (min.53) por parte del Granada.

Estadio: Nuevo Los Cármenes. 16.551 espectadores.