Bargues es el entrenador al servicio del equipo. El míster está maniobrando con sentido, tocando los palos adecuados para potenciar el brillo de las futbolistas. Del primer plano sólo le interesa la responsabilidad y eso le está permitiendo ganar crédito como líder. El partido ante el Athletic fue potente a nivel emocional y dejó uno de esos momentos símbolo que ayudan a calibrar la conexión y el carácter. Durante el descanso, justo antes de arrancar la segunda parte, entrenador y jugadoras se agruparon en corro. Las suplentes iban a ocupar posición en la tribuna del Puchades, pero cambiaron de dirección y se sumaron al grupo, sobre el césped. Bargues tomó la palabra y lanzó un mensaje con doble carga. Por un lado, perseveró en el plan para hacerle daño al Athletic. Fueron un par de pinceladas tácticas con una clave: abrir el campo, machacar las bandas, atacar la espalda de Moraza. La charla tuvo una vertiente cien por cien motivacional. El objetivo: trasladar confianza y alimentar el espíritu combativo del grupo. El resultado: un Valencia convencido, que quiso y que pudo, que fue capaz de someter a un adversario «rápido y fuerte», que conquistó el empate y que buscó la victoria hasta el final.

Como sucedió ante el Real Madrid, el equipo se dio un baño de épica. Bargues empujó desde el refuerzo positivo en ese aparte con forma de piña, insistió en que se estaba compitiendo bien, en que el marcador (0-1 en contra) no se ajustaba a los méritos, insistió en que jugando así el empate iba a llegar y que cuando llegase tocaba ir a por el partido. Así sucedió. «Es más gratificante el partido que hemos hecho que el punto que hemos sumado», remató el entrenador en zona mixta. Zarpazo y reacción.

La ausencia de Kerlly obligó al cuerpo técnico a reinventarse. Paula Guerrero (mediocentro) entró en el once para ocupar el lateral derecho y cumplió en la exigencia. En el segundo acto, con esa idea de aumentar la velocidad y ganar en profundidad, Bargues hizo un doble cambio sobre la hora de partido: se fueron Asun y Jansen, entraron Carla y Candela. Diez minutos después, más caña para atacar las bandas. Paula dejó paso a Júlia Aguado. En esa recta final, el míster cargó el área con Carro y Flor Bonsegundo (delantera) jugó en el lateral. El despliegue de la argentina fue impresionante. La apuesta se trasladó de la pizarra al campo. El equipo activó a Júlia por derecha y su carrera al espacio sobre la posición de Moraza (a la que Flor llevó al límite siempre) terminó en un centro envenenado que Carla acertó a convertir en gol por pura astucia. Bargues agitó el sistema con acierto: «Marta Carro (mediocentro) ha hecho de 9 por las circustancias, no la podíamos sacar del campo porque la necesitábamos para la transición del Athletic, para su salida de balón, la necesitábamos para esos duelos aéreos». Carro hizo de Jansen, esencial para desgastar e intimidar. La segunda parte tuvo una dirección única y el Valencia fue capaz de someter a un rival con dinamita en Lucía García, con empuje en Valdezate, con la claridad de Eunate. «Hemos tenido que introducir algún cambio en el sistema, que veníamos trabajando menos, para ser más ofensivas, más verticales y hemos marcado a raiz de esa modificación», subrayó el míster, con el foco en repartir protagonismo, en la capacidad de sufrimiento en los momento de crisis, en el carácter de la plantilla, en las jugadoras que entran desde el banquillo, en las que son clave para dar un extra sin balón. El triángulo de seguridad (que en realidad es un cuadrado con Carro) Pujadas-Cubedo-Torrodà fue vital. «Como he dicho siempre, lo importante es que los rivales que vengan aquí sepan que vamos a dar mucha guerra, se llamen como se llamen». El sello del Valencia CF empieza a sentirse. Ahora, toca Las Gaunas.