La sala multifuncional del aeropuerto de Tenerife Sur se convierte en local de arresto para los catorce trabajadores que, vigilados por una veintena de agentes, permanecen sentados. Comienza el cacheo y entre las costuras de sus uniformes aparecen las primeras joyas robadas. La búsqueda continúa en los coches donde encuentran relojes y dinero. Hasta en una de las taquillas, oculto en unos auriculares, descubren un anillo. Es parte del botín que los empleados robaron del equipaje de los pasajeros. Aprovechaban el traslado de las maletas hasta la bodega del avión para abrirlas punzando con la punta de un boli la cremallera y volviéndolas a cerrar sin que se notara que habían sido manipuladas. Las numerosas denuncias de los viajeros hicieron despegar la investigación de la Guardia Civil y descubrir la organización criminal. Además se investiga a otros veinte trabajadores por su presunta implicación en estos robos valorados en dos millones de euros.