Y de repente, esto. Todo el mundo venga a pronosticar un partido trabado, lleno de tensión, propio de equipos en situación comprometida, para acabar con los vaticinios de gurús de bolsillo en la basura. Porque el Valencia se dio un festín, barrió de principio a fin, en su mejor partido del año, al Villarreal más lamentable que recordamos nosotros y que recuerdan seguramente quienes lo han visto jugar en tercera división. Todo le salió al de casa, donde hasta Piccini pareció buen futbolista -imagínense cómo fue la cosa-. Enfrente, un grupo de espectros, perfecta combinación de viejas estrellas en el ocaso, jovencitos engañagradas aupados a las alturas por comentaristas de medio pelo y fichajes de recortes de Youtube que va camino, si no cambia mucho la cosa, de repetir otro dramático descenso.

El mejor: Parejo

Si anoche el Valencia alinea a Neto en portería y delante solo a Parejo y Coquelin, sin los otros ocho, los tres puntos se habrían quedado también en casa. Su superioridad sobre lo que tenían delante rozó la vergüenza. El francés recuperó la chispa a la que nos tiene acostumbrados. Parejo dio un recital. El mérito de todo ello hay que ponerlo, porque la felicidad completa no existe, entre comillas. Lo de Trigueros y, todavía peor, Iborra es de juzgado de instrucción por lo laboral: merecen el despido inmediato. La desidia con la que el centro del campo amarillo afrontó el choque contrastó con un rival que por fin ayer rebosó energía y electricidad por los cuatro costados. El balón volvía una y otra vez a los de blanco, que lo entregaban a Parejo para que éste percutiera una y otra vez, como en un asedio medieval, hasta destrozar la por otro lado endeble muralla que había delante de Asenjo.

¿Por qué?

Más allá de la endeblez de los Cazorla (a este también querrán los de Roures llevarlo a la selección a poco que marque otro par de goles), Chukwueze, Costa y compañía, cuesta creer que el Valencia que vimos anoche sea el mismo que nos viene torturando desde que empezó la temporada. De repente hasta Cheryshew transformó la horchata en sangre, Piccini salía de los regates, Rodrigo remataba de cabeza entre los tres palos y hasta Mina corría más que los centrales. Y una y otra y otra y otra vez las pelotas divididas se ganaban, las triangulaciones salían, se robaba en campo contrario, se encimaba al contrario pecho con espalda, se disparaba a puerta con intención. Tanto que más de un valencianista llegó a casa y se pellizcó para asegurarse de no estar soñando, se miró el escudo de la camiseta y recordó con ojos extraviados lo que vio hace cuatro días en Getafe. Hay porqués que no tienen respuesta.

¿Esto es un submarino?

Lo del Villarreal no tiene explicación. A la pésima actuación individual de todos sus efectivos hay que añadir un paupérrimo planteamiento de Luis García. Cada vez que el Valencia superaba una línea rival, se plantaba sin despeinarse a tiro de Asenjo, de nuevo el mejor de entre los suyos. La dejación de funciones de sus futbolistas se adentraba, además, en las complicadas aguas del pitorreo al entrenador. Uno todavía no sabe, por ejemplo, qué parcela tenía que defender Pedraza, responsable junto a un pobrísimo Costa, de las andanzas a lo Cafú del supersónico Piccini. Cuesta trabajo creer que a un plantilla, por sobrevalorada que esté, como la del Villarreal no se le pueda sacar más provecho. La crisis es total, más difícil de remontar si cabe si consideramos que buena parte de esos futbolistas tienen un elevadísimo concepto de sí mismos y de sus cualidades. Ver a Iborra arrastrarse como un rocín apaleado y ralentizando el juego hasta la exasperación pone en entredicho, por si lo anterior fuera poco, a las estructuras deportivas del club, que ya no se sabe si fichan lo que necesita el equipo o lo que suena mejor al supuesto entendido de turno. Para rematar la faena, aunque a los amarillos les sobra calidad técnica en comparación con sus rivales de abajo, tienen, con enorme diferencia, los peores centrales de primera división. Ruíz vuelve a ser el del Valencia -con lo cual, queda dicho todo-. Y Álvaro, aquella fiera que decía que se desmayaba jugando a 28 grados de temperatura, no tiene nivel ni de filial apañadito. Pinta mal.

¿Seguirá la cosa?

Y en pleno desconcierto, habrá que ver lo que nos espera ante el Getafe, que se parece al Villarreal lo mismo que Bacca y Ekambi a Ángel y Molina. Conejitos frente a tigres. Por una vez, uno no puede sino estar de acuerdo con Bordalás, que tiene a los suyos desde que empezó el campeonato jugando bastante mejor que el Valencia y, encima, repartiendo cuando y como hay que repartir ¿Jugarán Vezo, Lato y Diakhaby?