Fútbol

Sergio Ramos es el Cristo Redentor del Barça

Un gol en propia puerta del ex futbolista del Real Madrid concede el triunfo a los azulgrana en un duelo gobernada por los adolescentes Gavi y Fermín

Francisco Cabezas

Cuando Sergio Ramos abre los brazos en pose de Cristo Redentor busca respuestas a un tormento que él mismo crea, pero que entiende responsabilidad de cualquier otro. Ramos, a sus 37 años y en busca del perdón del Sevilla tras una vida en el Real Madrid y un pestañeo en París, continúa jugando con la cabeza levantada. Pero mientras mira orgulloso al frente, no repara en que su físico ya le hace trampas. Cuando el Barcelona corría el peligro de quedarse bloqueado en Montjuïc, y a un cuarto de hora del final, encontró en su viejo enemigo a su salvador. Lamine Yamal buscaba a Fermín. Y Ramos, descoordinado, atribulado, se metió el balón en su portería. El central vio pasar la vida frente a él , como si hubieran puesto un espejo en el pecho del objetivo de su reproche, el portero Nyland. 

Debió entender el Barça que aquello sólo podía responder a la justicia poética ante lo ocurrido un rato antes. En este tiempo en el que todo vale, cada vez más perverso y denigrante, jueces, dirigentes, investigadores y aplaudidores mediáticos disfrutan de lo lindo con asuntos tan delicados como el caso Negreira. Al Sevilla le entró el calentón de dignidad antes de empezar el partido por mucho que su presidente, Pepe Castro, paseara por el césped de Montjuïc como Pedro por su casa pero sin canapés en las manos. El palco, faltaría más, ni pisarlo –ni él ni sus diez acompañantes–. Y el Barcelona, orgulloso, respondió con uno de aquellos comunicados que le sirven para todo. Pero si lo de romper relaciones no es creíble en el amor, imaginen en un lugar tan dado al libertinaje y los cuernos como el fútbol. 

Sergio Ramos, capaz de despertar las más bajas pasiones de los aficionados del Barcelona, regresaba a la ciudad. En un escenario con mucha menos mística como Montjuïc, pero recibiendo los mismos silbidos que acompañaron su largo periplo con el Real Madrid. Aunque Ramos haya dejado de intimidar tanto en el área ajena como en la propia

De hecho, el antiguo capitán delReal Madrid no lo pasó nada bien mientras estuvo Raphinha buscando su espalda. El brasileño, al que Xavi Hernández venía probando como interior vista la competencia abierta en el flanco diestro –Lamine Yamal volvió a la titularidad–, percutió cuanto pudo por dentro en ese 4-3-3 en el que el técnico egarense le hizo acompañar de un Gavi con el don de la ubicuidad y un Gündogan mucho más cómodo en las labores de mediocentro.

Pese a que el aroma a descontrol dominara la noche, el Barça gozó de un buen puñado de oportunidades en el primer acto. João Félix, de hecho, protagonizó las tres primeras. Aunque ninguna tan clara como la que le brindó Cancelo, futbolista contradictorio donde los haya pero con un talento descomunal. El carrilero se escabulló de una doble vigilancia, alzó la cabeza y divisó el hueco por donde se colaba su compatriota. A João Félix le habían abierto los mares, pero su martillazo golpeó contra el larguero ante el suspiro del meta Nyland.  

Mendilibar trataba de corregirse desbaratanto el invento con el que había amanecido. Lukebakio partió al inicio como presunto delantero centro, confiando su entrenador en que le ganara en piernas a Christensen y Koundé. Visto que aquello no tendría mucho recorrido, el belga tuvo que irse a la izquierda para que fuera Lamela, esta vez, quien ejerciera de falso ariete. La ausencia de En-Nesyri pesaba demasiado en un equipo parido para los finalizadores.

Aun así, Ocampos pudo haber atrapado el primer gol en un remate franco a un palmo del punto de penalti. Poca cosa para alguien como Gavi, cuya navaja suiza sirve para todo. Incluso para destripar goles que parecen hechos. Opuso Gavi el muslo, el pecho, el corazón, y Ocampos no pudo más que maldecir.

También se desgañitó Raphinha, cuya musculatura reventó después de 35 minutos de constantes movimientos explosivos. En su lugar entró ese pequeño demonio de medias llamado Fermín. Pese a no obtener premio, al momento ya había aprovechado una gran maniobra de Lamine Yamal para controlar, girar y disparar. 

El Sevilla observaba con inquietud al volcánico Barcelona, un equipo adolescente que necesitó la ayuda del veterano. La ofreció Ramos. Cristo Redentor del Barça.