Rodrigo Moreno llegó al Valencia CF con un hambre terrible de gloria, las cosas no siempre marcharon bien, vivió los peores momentos y quizá por eso, cinco años después, sabe la gran oportunidad y el gran reto al que se enfrenta este equipo en la final de la Copa. Efectivamente, estar en la Champions es el gran objetivo deportivo y económico, sobre todo cuendo vienes de varios años de malos resultados y pérdidas millonarias que te han relegado en la élite europea, pero luego está ese otro componente que es la ilusión, la alegría, el orgullo de conquistar un título como la Copa, de poder decir que somos campeones. Algo que no se traduce como la ChampionsNo para la afición y tampoco para el futbolista, que es quien tiene en sus manos y en sus botas esa enorme responsabilidad de hacer feliz o no a tanta gente.

La madurez del delantero se ve en el detalle, en la palabra, en la reflexión del jugador que se sabe ante ese momento único en el que hay que dar un paso adelante, ser ambicioso, ganar ese partido al Barcelona y quedar para siempre en la leyenda. En Sevilla serán once más 21.000, entre ellos seguramente muchos de los que, una fría tarde de enero, de manera espontánea, no organizada, cantaron en Mestalla aquello de «queremos la Copa». Lo mismo que les cantaban ayer antes de volar con destino Sevilla. ¡Traedla!

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