Desquiciados en otro día para olvidar (0-0)

El conjunto de Javi Calleja, tan impreciso como errático, perdió dos puntos contra el Tenerife en un partido donde los locales se quedaron sin ideas y sin inspiración. Pese a la unidad sumada, los granotas terminarán la jornada fuera del playoff de ascenso

El Levante se deja dos puntos ante el Tenerife

El Levante se deja dos puntos ante el Tenerife / F . Calabuig

Rafa Esteve

Rafa Esteve

Por mucha segunda vuelta que quede, y por muchos puntos que falten por disputarse, las prisas empiezan a correr por Segunda División, tan apretada como de costumbre, al igual que competitiva como pocas veces se ha visto en los últimos tiempos. El Levante, por mucho que haya naturalizado su realidad, vive con la sensación de que necesita un argumento para ilusionarse. Un motivo sobre el que existir. Y es inevitable pensar que no hay nada mejor que ascender. O como mínimo, estar en la pomada de un sueño tan grande como valioso. No obstante, el equipo de Javi Calleja, cuando tiene enfrente la oportunidad de dar un salto, no solo se queda con la miel en los labios, sino que termina siendo víctima del agobio. Incluso, acaba desquiciado. Sucedió en el empate contra el Tenerife, en un partido donde no salieron las cosas y donde ninguno de los participantes tuvieron el día. Pese a ello, en la categoría del plata del fútbol español nadie pide permiso para asaltar posiciones de privilegio. Nadie espera al resto. Y, a pesar de que el empate sirva para seguir sumando, el Levante ya se sitúa en un lugar en el que, por club y por historia, no se merece estar: fuera del playoff de ascenso.

El entusiasmo, no en vano, se sintió no solo en el césped, sino también en una grada que, cada vez más, está volcada con los suyos. El Levante, con sus defectos y virtudes, e incluso con sus manías, es uno de los motivos de existencia de todos los que tienen el ritual de acudir al templo de Orriols cada catorce días. El equipo de Javi Calleja controló el partido desde prácticamente el inicio, aunque el Tenerife, sobre todo en transición, dio la sensación de peligro. Superado el ecuador del primer asalto, un centro envenenado de Álvaro Jiménez, y despejado por Oriol Rey con Andrés Fernández casi batido, puso en alerta a un Levante que jugó con valentía. Su ímpetu, sin embargo, hizo que se precipitase cuando Pablo Martínez, con Dani Gómez dispuesto a definir contra Juan Soriano, punteó en exceso el esférico y dejó sin efecto un contragolpe más que sentenciable. Antes, Bouldini, después de otra contra conducida por el ‘9’ levantinista, vio cómo el guardameta del Tenerife le impidió reencontrarse con el gol. Siendo las más peligrosas del primer tiempo, más de uno se acordó en el descanso de cómo el Levante perdonó. Pese a ello, en el segundo tiempo, los granotas pelearon por su recompensa. Y, a su vez, por su motivo de lucha, de constancia y de ilusión.

No obstante, no fue tarea sencilla. El Tenerife, con más de un mes sin ganar en liga a sus espaldas, se negó a alargar su mala dinámica de resultados y puso, en más de una ocasión, en aprietos a los levantinistas. Pese a que la jugada terminó siendo invalidada por un empujón de Gallego sobre Álex Muñoz, Corredera estrelló un balón en el larguero, pero, pese a su nulidad, fue un toque de atención. Minutos después, Roberto López, con un zurdazo desde fuera del área, se topó con el palo y, por fortuna azulgrana, el rechace de Jiménez terminó en las gradas de Gol Alboraya. El Levante necesitó despertar lo más pronto posible, y aunque tardó más de lo deseado, empezó a reaccionar sobre el ecuador de la segunda parte. Juan Soriano se estiró para hacerse con los dominios de un lanzamiento desde la frontal de Sergio Lozano. El fuerte disparo hizo que Orriols volviese a entrar en calor, consciente de que el equipo no tenía su día. Se notó en cada carrera, en cada pase y en cada toma de decisión.

Mientras las imprecisiones hicieron acto de presencia, Andrés Fernández demostró, a falta de quince minutos para la finalización del partido, que era momento de apretar los dientes. No lo hizo con palabras, sino con hechos. Donde mejor responde: en la portería. El ‘13’ puso en pie al estadio con una parada de escándalo. Un centro de Nacho, dirigido a Enric Gallego y desviado por Álex Muñoz, se envenenó de tal manera que el guardameta, sobre la línea y después de levantarse rápidamente del césped, sacó el esférico con un notable palmeo. La sensación, a partir de dicha intervención, fue de que la corriente empezó a correr a favor de los locales. Sobre todo, cuando León, a falta de diez minutos, vio la segunda amarilla. No obstante, la fortuna no sonrió posteriormente cuando la esperanza en el triunfo revivió. Iván Romero, después de un pase trazado con milimétrica precisión, estrelló un mano a mano con Juan Soriano en el palo. Y aunque el rechace cayó en las botas de Bouldini y el esférico terminó en el fondo de la red, el ‘22’ finalizó en fuera de juego. Fueron, sin duda, tros dos puntos perdidos, para rabia de una grada que terminó perdiendo la cabeza y para lamento de un Levante que ya no está en promoción de ascenso.