Al Levante le roban en su cara (2-1)

Arcediano Monescillo, en el tiempo de descuento, ni se molestó en revisar en el VAR una clara mano de Keita Baldé dentro del área y no dudó en señalar, instantes después, el penalti de Álex Muñoz, también, por mano. Los granotas, que fueron superiores al Espanyol, perdieron tras ser atracados por enésima vez este curso

El árbitro del Espanyol-Levante.

El árbitro del Espanyol-Levante. / LALIGA

Rafa Esteve

Rafa Esteve

No existe peor sensación que la de darlo todo sin obtener un resultado merecido. Pelear, sabiendo que remar a contracorriente se debió a un mal inicio, y ver cómo no se consigue una recompensa por factores tan externos como injustos, al igual que lamentables e indignos en el fútbol profesional. Al Levante, que luchó hasta el último segundo y pudo salir con la cabeza bien alta, le robaron su posibilidad de sumar en el RCDE Stadium, literalmente, en su cara. Sin justificación y seguramente, porque Orriols se ha malacostumbrado a soportar la incapacidad e incompetencia arbitral, con premeditación y alevosía. Cuando más duele y donde más dolor produce: en el descuento y mediante una herramienta que no deja de cebarse con los levantinistas. No es la primera vez que le sucede esta temporada. Y tampoco será la última. 

En el tiempo de descuento, y con el Levante dejándose el alma para cambiar su tendencia con una victoria de prestigio, Keita Baldé desvió, dentro del área, un centro de Clemente con el brazo. Además, sin esconder sus intenciones: estirándolo a más no poder, con el fin de ahuyentar el peligro granota, y cometiendo un penalti tan evidente como el que provocó el Levante instantes después. Sin embargo, la diferencia estuvo en que Arcediano Monescillo, miembro de un comité que, ni de lejos, está a la altura de lo que requiere el fútbol español, y culpable directo de lo sucedido, ni contempló la posibilidad de revisar la jugada. Braithwaite, por partida doble y anotador de la pena máxima, fulminó a un equipo cansado de sufrir tantísimas injusticias (2-1). De ver cómo el VAR se pitorrea de los granotas de manera descarada. No fue ni la primera ni será la última. Y Orriols, que fue víctima de otra acción gris que le impidió ascender a la élite, está harto de tantos atracos en su contra.

Peor no pudo empezar la tarde para los levantinistas, independientemente de que sus posteriores minutos desprendieran altas capacidades para estar un peldaño por encima de su adversario sobre el terreno de juego. Sin embargo, lo hizo a contracorriente, ya que Braithwaite, dos minutos después de que el colegiado señalase el comienzo del encuentro, colocó el primer gol en el marcador tras un saque de esquina, peinado por Víctor Ruiz, y rematado al fondo de la red por el danés. A pesar de que el Levante se conjuró para asaltar el estadio de uno de los máximos candidatos para subir a la élite del fútbol español, fue imposible tener un arranque más desacertado, aunque su personalidad y ambición por conseguir los tres puntos se sintió sobre el verde del RCDE Stadium. De hecho, el Espanyol, a partir del tanto inicial, desapareció en combate y los de Javi Calleja dieron un paso hacia adelante.

Su principal vía de ataque fue por la banda izquierda, con Álex Valle y Álex Muñoz proyectándose hacia campo rival, pero también, con Pablo Martínez y Carlos Álvarez desatascando a su equipo en tres cuartos de campo y con Dani Gómez y Bouldini tirando desmarques de forma constante. El ‘9’ y el ‘22’, de cabeza, pudieron igualar la contienda, pero sendos remates se marcharon por encima del larguero. El ‘10’, además, también dispuso de una oportunidad para batir a Pacheco, pero sin el resultado deseado. La sensación fue la de que el Levante no solo estaba vivo, sino que también supo minimizar las virtudes de la plantilla con el valor más elevado de la categoría. No obstante, su falta de coordinación en la tanto de Braithwaite, y sobre todo, el momento en el que recibió el revés, supuso una losa con la que los de Orriols tuvieron que cargar a sus espaldas en la primera mitad.

El segundo tiempo, después de no bajar los brazos tras una notable acto inicial sin recompensa, hizo que el Levante sintiese la obligación de exigirse más. Pese a ello, el Espanyol, sobre todo en los primeros compases, embotelló a su rival en salida de balón. El fútbol, no en vano, es caprichoso, pero también justo. Un centro de El Hilali, dirigido a la cabeza de Braithwaite, fue despejado por Andrés Fernández con una gran parada. Los blanquiazules tuvieron el 2-0 en la testa de su ‘22’, pero hubiera sido demasiado castigo para un Levante que, después de no bajar lo brazos y pelear sin contemplaciones, encontró el gol que tanto deseó. Fue a través de una acción ensayada, procedente desde la esquina y con Dela, como si de un delantero que huele la sangre se tratase, empatando el encuentro. El ‘4’ atacó el segundo palo y se lanzó al suelo para puntear el envío para que la estirada de Pacheco quedase en vano. Después de impactar en el larguero, el cuero terminó en la red y los procedentes de Orriols enloquecieron de la alegría. No es para menos, después de que el empate contra el Tenerife fuera tan decepcionante como insatisfactorio.

Desde entonces, el Espanyol subió sus pretensiones y pisó más área contraria, pero, en los últimos quince minutos, el partido se abrió lo suficiente como para que se sumergiese en un ida y vuelta. El Levante, lejos de arrugarse, asumió el desafío. Y además de resistir, tuvo oportunidades para contar su visita a Barcelona como victoria. Sobre todo, en el final. En el descuento, Dani Gómez, solo y cazando un centro de Álex Valle, mandó el esférico fuera por pocos centímetros. Sin embargo, el escándalo residió en la misma área en la que el ‘9’ estuvo cerca de anotar. Keita Baldé desvió el esférico con el brazo y cometió un claro penalti que Arcediano Monescillo ni se molestó en revisar en el VAR. El colmo, no obstante, fue cuando, un minuto después, sucedió la misma acción en el área levantinista y no dudó en señalar inmediatamente el punto de penalti. Braithwaite, fuerte, al medio y casi sin creer cómo su equipo se llevó el partido después de hacer pocos méritos para ello, remató a un Levante que no da crédito sobre lo sucedido. A un Levante que exige respeto de una vez por todas. La derrota contra el Espanyol, de hecho, fue lo menos doloroso.