CRÓNICA

Por supuesto que hay que creer (2-1)

El Levante se mete de lleno en la pomada del playoff de ascenso después de una delirante victoria ante el Zaragoza. Dela, con un golazo desde media distancia, y a pocos minutos del final, desató la euforia de un Ciutat de València que sueña más que nunca con volver a Primera

Éxtasis granota con el triunfo ante el Zaragoza

Éxtasis granota con el triunfo ante el Zaragoza / JM López

Rafa Esteve

Rafa Esteve

Creer, cuando los sueños son de difícil alcance, es muy complicado. Muy, pero que muy complicado. Sin embargo, más difícil es confiar en los que lo tienen que conseguir cuando no dependen de uno mismo. La ilusión de subir a Primera División, por muchos oponentes que existan por el camino, no es, ni mucho menos, imposible por muchas veces que lo haya parecido a lo largo de la temporada. Pero la realidad es que el Levante, tras vencer al Zaragoza, está en condiciones de que vuelvan a confiar en él y de codearse nuevamente con los mejores del panorama nacional mediante un ascenso.

La chispa del Ciutat de València, tal y como ocurrió frente al Elche, apareció en los pies de Dela para, con un golazo por la escuadra, y cuando el destino trazó sus líneas hacia el empate, poner la ilusión por las nubes y devolver la felicidad a una afición que, por primera vez este curso, se lo cree. «Sí se puede», gritó, eufórica, tras el partido. Razón, de hecho, no les falta. Con este equipo, por supuesto que se puede.

El Levante, si de algo se caracteriza desde que Miñambres se sentó en el banquillo de Orriols, es de morder desde el primer instante. Sin importar quien haya delante. Su ímpetu por asaltar a uno de los seis primeros lugares de la tabla le lleva a no negociar esfuerzos ni a desaprovechar el tiempo. Ya lo ha perdido durante gran parte de la competición, por lo que no quiere dejar pasar más trenes hacia el sueño de ascender a Primera División. A base de presionar, y por consiguiente, de lanzar saques de esquina, el conjunto de Felipe Miñambres encontró su primera diana mediante la cabeza de Brugué. Aquella que, atacando el primer palo, y poniéndola como si no hubiera un mañana, apuntó hacia los tres puntos en un Ciutat de València vestido de gala, convencido de las posibilidades de un equipo que quiere ascender por lo civil o por lo criminal.

La actitud de sus futbolistas invitó al optimismo. A vivir otra tarde de ensueño como la que se vivió ante el Elche y que fue trascendental para volver a creer. El Zaragoza, no obstante, y pese a situarse a una distancia lejana de la sexta plaza, no dio su brazo a torcer. Con Víctor Fernández al mando, al barrio de Orriols acudió sin miedo y con la intención de tutear a su rival. El Levante, pese a ello, fue a por la meta de Edgar Badía con entereza, practicidad y valentía. El segundo lo peleó, pero, antes del veinte de encuentro, el empate fue lo que cayó en el marcador a través de una obra de arte. Un despeje de Dela a las proximidades del área fue domado por Maikel Mesa, y cedido a Toni Moya, se convirtió en un disparo desde la frontal que acabó en la mismísima escuadra.

El empate le dio alas al conjunto maño, que dio un paso al frente en sus embestidas y atacó más la meta de Andrés Fernández, aunque sus acercamientos no fueran excesivamente peligrosos, pese a un envío desde el lateral de Toni Moya que se paseó por el área pequeña. No obstante, el Zaragoza se convirtió en un hueso duro de roer que fue difícil de superar, independientemente de algún disparo y de un árbitro casero y, a veces, desacertado. La segunda parte, de hecho, marcó las premisas de ambos equipos: un Zaragoza descarado y un Levante resguardado, pero vertical y rápido con balón. Bakis, mientras, fue el primero en avisar con un disparo lejano al que respondió Andrés Fernández con una notable estirada, a la vez que Maikel Mesa, mediante una falta directa desde la media luna del área, no la trasformó en diana a su favor por pocos centímetros.

A nadie se le escapó el momento crítico por el que pasó el Levante, arrinconado y maniatado a lo que quiso hacer un Zaragoza bizarro. La falta de claridad obligó a los de Felipe Miñambres a tirar de reacciones, ya fueran procedentes del terreno de juego o del banquillo. Incluso, fue momento de tirar de aquella chispa con la que se consiguió remontar frente al Elche. Dani Gómez, Kochorashvili y Carlos Álvarez, aclamado por la parroquia levantinista, quisieron revolucionar el enfrentamiento. Con Orriols apretando y alentando a los suyos, el equipo peleó sin cesar. No obstante, la chispa aterrizó. La magia del Ciutat volvió a aparecer cuando todo estaba prácticamente perdido.

Dela, que minutos antes bloqueó un mano a mano de Liso con Andrés, se vistió de héroe cuando, sin oposición, y desde muy lejos, se puso el chaleco de francotirador y lanzó un misil imparable, que impactó en el palo y tocó la red. Orriols enloqueció por completo, sin creer lo que había sucedido, pero consciente de que su equipo volvía a la pomada del playoff. El Levante, ahora sí, cree en sus posibilidades de conseguir el ascenso a Primera. Por supuesto que hay que creer.