De una película sobre el terrorismo de ETA y el conflicto vasco estamos habituados a esperar atentados y persecuciones, policías y encapuchados, y diálogos que exponen claramente posturas políticas e ideológicas. Pero la última hasta la fecha en abordar ese asunto, ‘Negu Hurbilak’, no es como las demás. “Al hacerla, mientras nos documentábamos, comprendimos qué lejos de la realidad está ese arquetipo cinematográfico, y hasta qué punto suele olvidarse del elemento humano”, explica Ekain Albite, su director. “Para toda la gente con la que tuvimos ocasión de hablar, el conflicto tuvo menos que ver con la lucha armada que con el dolor que se causa cuando alguien huye, abandona a su familia y amistades, y asume la soledad”, añade Adrià Roca, que también es su director.

‘Negu Hurbilak’, decimos, no es una película como las demás. La firma un grupo llamado Colectivo Negu, nacido hace unos años en la Escola Superior de Cinema i Audiovisuals de Catalunya (ESCAC), y cuatro de sus miembros han trabajado juntos detrás de la cámara: Albite y Mikel Ibarguren son vascos; Roca y Nicolau Mallofré son catalanes. Ahora la presentan en el Festival de Locarno.

‘Negu Hurbilak’, aseguran, responde a una necesidad. “Mikel y yo éramos muy niños cuando ETA anunció el cese de la actividad armada; de repente se acaba el conflicto y solo quedan unas ruinas”, recuerda Albite. “A nosotros nos tocó caminar por ellas para saber más de lo que había pasado y, al hacerlo nos encontramos con mucho silencio, mucha inaccesibilidad y mucho tabú, porque entre quienes vivieron aquello más de cerca la herida seguía abierta, y dolía”. Para acabar de llenar ese vacío, la película observa a una joven que, tras el anuncio en octubre de 2011, se esconde en un pueblo navarro con la intención de huir a Francia y que, mientras espera instrucciones, se ve envuelta de cada vez más incertidumbres; en ningún momento se nos dan pistas acerca de su pasado y su relación con el conflicto. Su figura, afirman los directores, es un reflejo de los miles de personas que escaparon del País Vasco por miedo a ser represalidas, pero “las emociones que representa son universales, y compartidas con cualquier persona que abandona su hogar sin fecha de regreso”, explica Roca.

"Una antiprotagonista"

El personaje principal de ‘Negu Hurbilak’, en otras palabras, es una mujer que permanece a la espera, en suspenso, “algo parecido a una antiprotagonista”, como la define Roca. “Una presencia necesariamente pasiva y estática que a lo largo de la película participa en pocas interacciones físicas o emocionales y apenas diálogos”. Más que con la palabra, los directores comunican la tensión y la angustia que su situación le provoca a través tanto del retrato tanto de la naturaleza que envuelve el pueblo navarro de Zubieta, donde el rodaje transcurrió en su integridad -”con esa niebla tenebrosa que lo invade todo, con esas montañas gigantes y aplastantes”- como de los rituales cotidianos, a menudo misteriosos y hasta violentos, de una comunidad “que vive anclada en un pasado casi primitivo”, y que la película recrea a través de un grupo de intérpretes elegido entre los vecinos de la localidad. Jone Laspiur, ganadora del Goya en 2021 por su trabajo en ‘Ane’, es la única miembro del reparto con experiencia profesional previa.

Mientras la radio y la televisión anuncian el principio del fin del conflicto, su personaje afronta una nueva etapa vital durante la que el conflicto, en cambio, permanecerá muy vivo. “Por supuesto, el anuncio del cese de la actividad armada no significó el fin del conflicto vasco”, comenta Roca. “A lo largo de las décadas, los traumas causados por él se han convertido en un elemento vertebrador del funcionamiento de la sociedad vasca”. Precisamente por eso, los directores de ‘Negu Hurbilak’ están preparados para la polémica que la película pueda generar cuando entre en contacto con el público. “De hecho, hasta cierto punto es una obra que busca deliberadamente agitar al espectador”, explica Albite. “Creo que el hecho de pertenecer a una generación posterior nos otorga una distancia saludable; quizá nos permita plantear preguntas sobre lo que pasó que, para quienes lo vivieron más de cerca, siguen resultando dolorosas. Tanto si la genera elogios como si provoca odio, nos parece bien. Lo importante es que dé pie a la reflexión y el debate”.